Por Antonio Osuna
Como todos los de mi generación, crecí viendo películas americanas, ese cine lleno de efectos especiales y de historias que no podían dejarte indiferente. Pero dejando todo eso a un lado, había algo que llamaba siempre mucho mi atención, la estética de esos barrios, ese aroma de Nueva York que parecía ser incluso perceptible desde la televisión. Esas calles grises llenas de pintadas, de música alta en los callejones, de humo saliendo de las alcantarillas. Fuera la película que fuera, daba siempre la sensación de “va a pasar algo interesante en cualquier momento”. Y sí, así era, cuando en las películas había un plano general de una de esas calles ya se ponían todos los sentidos en alerta.
Luego, con los años, descubrí que el mundo que me rodeaba era muy similar, y bueno, sé que Vallecas no tiene el aspecto de Nueva York, ni mucho menos, pero sí esa estética y esa aura cinematográfica, que la foto que acompaña este texto demuestra. Me fijé en todo lo que representaban esas calles, en todas las “historias” y no creo que sean muy distintas a las nuestras, a excepción de invasiones extraterrestes y cataclismos. Pero si volvemos al cine de “historias cotidianas”, ¿qué nos diferencia?. Muchas personas tienen ese sueño, pasear por NY. Sí, me parece genial, pero cuando les preguntas que quieren hacer allí, suelen decir: “pasear por sus calles, esa ciudad es diferente, tiene un lugar especial guardado en mi imaginación desde la infancia”.
A mí me pasa eso con Vallecas y con los años, cada vez lo tengo más claro. Sé que no saldrá una tortuga ninja de la alcantarilla, pero quién sabe… Tal y como están ocurriendo las cosas en estos últimos años, todo es posible.
Solamente quiero decir que amemos lo nuestro, que veamos lo bello que tenemos cerca. En algunos casos nos centramos en lo exterior sin ver que lo cercano tiene casi el mismo aspecto. Qué difícil es ser profeta en su tierra, y que difícil debería ser también tortuga ninja en Vallecas.