A Maribel Alonso, mujer y poeta en la trinchera

Por Concha Morales

La tarde se volvió tormenta
seca, irreverente, perdedora,
a lomos de un estío anaranjado.

Sombría y oclusiva apareció
la muerte al otro lado del teléfono,
tan sin olor a ti, tan aturdida
como una cesta de naranjas en agosto.

Amanece y lo que te rodea
es un sinsentido en medio de la nada,
la nada exprimida de unos ojos sin lágrimas.

Amanece y tu huerto te llama
porque desconoce el camino de vuelta.

Silencio sobre los campos,
sobre tus versos, silencio.

Tus mujeres de negro y mayo
no logran desprender la guadaña
traicionera de tu pequeño cuerpo,
en tanto que un tímido arco iris
acaricia las nubes, entristecido,
sobre los campos, sobre tus versos.

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