Por Ignacio Marín (@ij_marin)
Carlos regentaba una charcutería en el mercado de Gavia Seca. Era de los pocos negocios que aún se mantenían abiertos, gracias a un puñado de clientes y a proveer a algunos bares de la zona. Tras 20 años, Carlos tuvo que cerrar y trabajar de albañil para tratar de alcanzar los escasos años que le quedaban para jubilarse. Finalmente, el mercado de Gavia Seca echó el cierre y hoy es un moderno Dia.
María es de las contadas clientas que tienen los puestos de la galería de alimentación de Congosto. Dos carnicerías, un par de fruterías, una charcutería y una pescadería se mantienen estoicas en un mercado que tiene capacidad para más de 15 puestos. María viene buscando el trato cercano que le proveen los tenderos «de toda la vida», asegura. Pero en muchas ocasiones y, por desgracia, estos comercios están teniendo poca vida por delante.
Las galerías de alimentación y mercados tradicionales de nuestros barrios llevan sufriendo unos años muy complicados. La crisis ha golpeado especialmente a este tipo de comercios que, tanto en Puente de Vallecas como en Villa, vivían gracias a los estratos más vulnerables. Ante una situación difícil, los clientes apuran cada céntimo sacrificando a menudo la calidad o el producto de proximidad. El mercado tradicional ha de lidiar con una dura competencia que ofrece, especialmente en los productos de marca blanca, alternativas de ahorro para el consumidor. La presión fiscal, el escaso margen de beneficios, el comercio electrónico o el consumo cada vez mayor de productos preparados, amenazan constantemente al sector.
Pero parece que lo peor ya ha pasado. Según datos del Ayuntamiento de Madrid, las galerías y los mercados tradicionales sufrieron un considerable descenso entre los años 2008 y 2013, para, desde entonces, experimentar cierta recuperación. Los ciudadanos se sienten cada vez más concienciados sobre los beneficios de los productos frescos y de proximidad. Clientes de cualquier edad conscientes de que la calidad y el servicio que les ofrece los mercados tradicionales no tienen comparación con otras superficies. Además, muchos de estos mercados se encuentran en enclaves excepcionales que revitalizan la vida de los comercios, aupados por unos clientes que, como sus padres y sus abuelos, llevan a cabo sus compras y su ocio en sus barrios.
Nuestros distritos cuentan con comercios que han sido testigos de la transformación de Vallecas y que forman parte incontestable de nuestro patrimonio. Así, en Villa contamos con el mercado de Sierra Vieja, auténtico epicentro del casco antiguo y rejuvenecido gracias a sus bares; y el de Santa Eugenia, en Virgen de las Viñas, un moderno mercado capaz de ofrecer desde alimentación hasta peluquerías, un estudio de diseño o una escuela de idiomas.
En Puente tenemos el tradicional mercado de Martínez de la Riva, que data de 1959 y ofrece una gran variedad de género, desde lo castizo a lo más exótico, pura esencia vallecana. Igual de cosmopolita es el Mercado Numancia, al que no le falta actividad gracias a su bazar y a los bares que le rodean. Los mercados de Entrevías y de Doña Carlota completan una oferta en la que no deja de bullir vida.
Todos, a su manera, se están tratando de adaptar a unos tiempos en los que los mercados tradicionales, además del servicio de siempre, parecen estar abocados a convertirse en referentes de ocio para los barrios en los que se encuentran. Así está sucediendo con muchos mercados situados en el centro de Madrid, que viven una época de oro gracias a combinar su calidad y servicio de siempre con propuestas gastronómicas y culturales. Esa es, sin duda, la mejor noticia para nuestros mercados. Saber responder a esta demanda no solo generará empleo y desarrollo para nuestros distritos, sino que ofrecerán alternativas de ocio para quedarnos a disfrutar de nuestras calles. La caña y la gilda, si son de Vallecas, nunca nos van a saber mejor.