OPINIÓN.
Por lo general, se mira a los ojos de la persona que se ama, y se ve en ellos un mundo de belleza y de ternura, y entre sus brazos se siente todo el calor de la tierra en el verano. Pero para muchas personas, el amor y la terneza se tornan en violentas actitudes coléricas, y se ensombrece tanto la vida que el sol deja de brillar y hasta las flores pierden sus colores.
Y es que la violencia, cargada en sí misma de violencia, lleva en su naturaleza provocar dolor por el placer de ver sufrir, envidia al creer que la otra persona es más grande por tener cualidades que considera más hermosas que las suyas, sentir el poder que otorga ver el miedo que somete a la otra persona. Y además, una gran incultura, intelectual y moral, que lleva a las faltas de respeto.
Pero llega un momento que, cuando la reja disfrazada de bonitas palabras pretende encerrar las libertades a base de violencia, la vida desde dentro del corazón de la persona maltratada se desgañita en un grito que anuncia: “¡basta!”. Y lanza un empujón que impulsa a ir hacia la luz del horizonte y da la fuerza para no mirar hacia atrás, donde solo existen telarañas que enredan y atrapan; y enseña a sacudirse el dolor y las lágrimas, a terminar con las fronteras que causa el miedo provocado por la violencia. Y regala la rebeldía de acabar con la situación de vivir en la amargura, y dona el abrir las ventanas y el sentir que la luz del universo acompaña a quien se empeña en salir de la oscuridad del maltrato. Hace sentir que quien amarra las libertades y espía, es mentira que ama. Ofrece la fuerza para salir del lamento y volver a la vida, para sacudirse el dolor y mirar hacia adelante, porque existe un camino hacia el futuro, lleno de piedras, dificultades, soledades y para nada fácil, pero lo más importante es tomar la decisión de empezar con un paso, que la vida es un paisaje que hay que pintar nuevo cada día, que cada persona es dueña de su vida y no debe permitir ser maltratada ni vivir inmersa en el miedo. Que quien quiera amar, debe ser consciente de la valía de la otra persona y aceptarlo con orgullo.
…“Y saliendo de la oscuridad, se puede sentir el perfume de las flores acompañando un nuevo día donde brilla el sol que ilumina el mundo entero; y yo, consciente ya de mi valía, cantaré con la luz mientras voy con la cabeza alta y en libertad por el sendero”…
Marybel Cobo