ROBERTO BLANCO TOMÁS.
Justo antes de las vacaciones de verano, informábamos en la web sobre el aplazamiento del desahucio del bar La Esquinita, situado en el número 125 de la calle Villalobos. Luego, el mismo día señalado para el segundo lanzamiento llegaba la paralización definitiva, convirtiendo la movilización vecinal en una fiesta, que era retransmitida por las cámaras de Telemadrid. Para reconstruir al completo esta bonita historia de lucha vecinal con final feliz, nos hemos acercado por el bar y hemos conversado con Juan José y Maribel, la pareja propietaria de este negocio, muy querido en el barrio, que lo ha defendido “todos a una”.
El relato lo inicia Maribel: “después de 40 años, en los que nunca ha habido ningún pago tardío ni hemos dejado de pagar, la Inmobiliaria Sandi, propietaria del local, nos comunica que hay dos recibos pendientes. Fue un descuido: Juanjo estaba enfermo, y a mí me pilló en mala situación personal. El caso es que nosotros efectuamos ese pago en Bankia, realizando todo el trámite la directora; le dan el ok y nos quedamos tranquilos”. Lo normal es que todo hubiese concluido en este punto, pero no: “cuál es nuestra sorpresa cuando, en el mes de mayo o así, recibimos una carta de desahucio… Inmediatamente intentamos comunicarnos con ellos para conocer el motivo, y nos dicen que por retraso en el pago, lo que era falso, porque teníamos diez días y en los seis primeros ya lo habíamos efectuado. Hablo con Bankia, llamamos al juzgado, y allí esa cantidad no aparece: había sido devuelta… Se la habían devuelto a mi padre, ya que hicimos la transferencia desde su cuenta. Había sido un error informático de la entidad con la que trabaja el juzgado, el Banco Santander, pero eso no es culpa nuestra: yo había hecho mi ingreso en fecha y forma”.
Mientras, el matrimonio había buscado ayuda. Mariano Monjas, presidente de la Asociación de Vecinos de los Pinos de San Agustín, continúa el relato: “Un miembro de la junta directiva, cliente del bar, nos cuenta lo que está sucediendo, y les invita a venir y exponer el caso. Maribel así lo hizo; se la veía muy mal, y le dije: ‘tranquila, que no os vais a ir del bar’. Les proporcionamos un abogado y les ofrecimos todo el apoyo que necesitaran”. “Claro —continúa Maribel—, el juez había estimado las pruebas que ellos habían llevado, pero las nuestras no estaban. Entonces, con el apoyo de la asociación y con el abogado, presentamos todo… Fuimos al banco y me hicieron una carta certificando que yo había ingresado ese dinero en plazo. Hablamos asimismo con el Banco Santander, y nos reconocieron que podía haber sido un error suyo, lo que también pusimos en conocimiento del juez”.
En cuanto a la inmobiliaria, Maribel nos cuenta que “A día de hoy todavía no hemos conseguido hablar con ellos, ni antes ni después”. Actitud que nos confirma Mariano desde la asociación vecinal, que ha enviado a lo largo del conflicto dos cartas a Sandi con acuse de recibo, llamando al diálogo, obteniendo la callada por respuesta. A Maribel le llama la atención esta ausencia de voluntad negociadora, “porque si hay un interés, que vengan a negociar, a decirnos: ‘necesitamos el local, os facilitamos otro’, o que ofrezcan una indemnización. No nos vamos a ir, como ellos pretendían, con una mano delante y otra detrás, cuando yo tengo mis meses pagados y un contrato”.
Lanzamientos
Mientras, se intenta ejecutar el desahucio: “nos comunican que tenemos el lanzamiento el 5 de julio —sigue Maribel—, y qué voy a contar: muy mal”. Juanjo asiente: “no sabes qué hacer, no sabes si vaciar el local o qué… Al final, con el apoyo de los vecinos, conseguimos un aplazamiento hasta el 27”. Mariano lo recuerda: “pusimos carteles diciendo lo que estaba pasando, y la gente respondió. Se movilizó el barrio entero: el día 5 habría aquí alrededor de 200 personas”. Tras el aplazamiento, los vecinos deciden realizar una contraofensiva y se concentran frente a la sede de la inmobiliaria. “Pensamos que había que devolver la visita”, explica Mariano.
La fecha definitiva se va acercando, y el día antes llega una noticia estupenda. Nos lo cuenta Maribel: “El 26 le comunicaron a nuestro procurador que se paraba el desahucio, pero a espera de resolución”. En la asociación deciden acercarse al bar con un equipo de música y hacer un baile, pues en cualquier caso era motivo de alegría. También hay presencia de periodistas, y la cosa toma trazas de festejo. Entonces —continúa Maribel—, “a las tres menos cinco me llamó nuestro abogado, Adolfo, al que tengo que agradecer muchísimo, pues nos ha apoyado y ayudado mucho [se emociona]… Y me comunicó la resolución, que archivaba definitivamente el caso. Ahí ya me vine abajo, pero de alegría, porque había sido una lucha muy dura”. Mejor colofón para una fiesta, imposible.
Los vecinos también se muestran encantados por el cierre del conflicto. Santiago García nos dice: “llevo veintitantos años entrando aquí, y es un bar maravilloso. Estoy contentísimo de que la cosa haya terminado así”. También Luis García, que conoce La Esquinita “de toda la vida, porque llevo desde el ‘64 viviendo en el barrio. Me parece fatal lo que ha intentado la inmobiliaria. Menos mal que ha terminado muy bien: hemos encontrado un juez decente”. Por su parte, Miguel Ángel Luque comenta: “para mí es como mi casa: llevo viviendo aquí 24 años, y aquí he parado toda la vida”. Sobre el intento de desahucio, recuerda: “lo hemos parado definitivo, pero costó, ¿eh?”.
Balance
A la hora de hacer balance, Juanjo y Maribel lo tienen claro. “El barrio se ha volcado con nosotros, la presión mediática ha hecho mucha fuerza y las redes sociales se han movido muchísimo”, resume Juanjo. Maribel se muestra de acuerdo con su marido: “Fundamental el apoyo de todos los vecinos… Ha sido muy emocionante, por ejemplo, ver a gente mayor que no puede ni andar diciéndonos: ‘hijos, no os preocupéis, que vamos a estar aquí aunque solo sea para hacer fuerza’… Es que nos conocen de toda la vida: hemos nacido aquí, nos hicimos novios, nos casamos, tuvimos nuestros niños… Eso es el barrio… Todos los vecinos, la asociación vecinal, la plataforma antidesahucios, que también ha estado con nosotros ayudándonos: muchas gracias a Félix y a Cristina… También se movilizó mi pueblo, Cuacos de Yuste, que vinieron en un autocar a ayudarnos…”. Mariano resume: “casos como éste sirven para demostrar que cuando se lucha, con la razón y la verdad por delante, se pueden conseguir las cosas. Yo creo que la enseñanza es darse cuenta de que unidos y con razón tenemos mucho poder”.
Tras la feliz resolución, Maribel concluye: “ya estamos limpios de polvo y paja… Esperemos que no nos den más guerra, que nos dejen ya seguir trabajando en paz en nuestro negocio”. Y Juanjo recuerda, para “quien tenga un caso parecido o igual, que luche, que hay gente que les puede ayudar: vecinos, asociaciones… todos. Cuando uno tiene la verdad, hay que luchar hasta el final”.
El último superviviente
El Bar La Esquinita es el último negocio que sobrevive en su manzana, que abarca los números 125, 127 y 129 de la calle y que antaño albergaba a una galería comercial. El proceso por el que desaparece dicha galería y el conflicto aún abierto en torno a las viviendas merece ser reseñado, ya que, como dice Mariano Monjas, presidente de la asociación vecinal, “si es injusto lo de La Esquinita, no es menos injusto lo de los vecinos de arriba y lo de los 16 comercios que había en la galería”.
El problema arranca a finales de 2013. Mariano lo recuerda: “vengo de una reunión fuera del barrio y me encuentro con el papelón de que habían desalojado los tres edificios por declarar en ruina la parte de abajo, la galería. Era un problema de abandono de los propietarios [la Inmobiliaria Sandi]: se habían deteriorado unos soportes que sustentaban la galería y los bloques, lo dejaron pudrirse, y ese viernes alguien llama a los bomberos y dice: ‘esto se hunde, desalojen inmediatamente’. La gente sale con lo puesto, Bomberos acordona y no deja pasar, pero estaban todas las cámaras de televisión dentro de la nave”.
“Yo hablo con los comerciantes —sigue Mariano—, pues me huele muy mal y creo que deberíamos ir al juzgado a denunciar. El caso es que hay que reparar y el coste se pretende repartir entre todos los vecinos, en lugar de cubrirlo la inmobiliaria, propietaria de los locales y por tanto responsable de los mismos. Los vecinos no tienen dinero para hacer la reparación, por lo que se dirigen a Gerencia de Urbanismo y se entra por la acción subsidiaria que ofrece cuando hay una ruina y alguien no tiene dinero para reparar. Reparan la nave, pero los comerciantes, pese a que tenían un contrato de alquiler, se quedan fuera. Nosotros les ofrecimos el mismo apoyo que a La Esquinita, pero no lucharon. Y así le ha quedado a la inmobiliaria una nave nueva, vacía”.
Pero aquí no acaba la cosa. “Una vez terminada la obra de la nave, Gerencia quiere comprobar la situación de las viviendas que están encima. El argumento que ofrecen es la aluminosis, que ya se había detectado abajo. El bloque de La Esquinita, el 125, ya había sido reparado en su momento, por lo que no lo tocan, pero miran los otros dos y nos dicen que están medio en ruinas”. Pero otros expertos consultados por la asociación difieren en el diagnóstico, sosteniendo que los bloques no están ni mucho menos para caerse. Tras conseguir acceder al proyecto de Gerencia se comprueba que figuran diferencias entre el estado de ambos edificios, y se detectan posibles errores. “Hemos hecho una alegación para que revisen los proyectos… Y así estamos, esperando a que Gerencia nos diga que lo ha visto e intervenga, pero que lo haga de forma distinta en cada bloque”.
Fotos: AV. Pinos de San Agustín (portada y nota complementaria); R.B.T. (interior);