EDITORIAL.
Según el diccionario de la Real Academia, “cultura” significa “cultivo”, y una de sus definiciones es: “El conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”
Este mes tenemos un artículo que habla extensamente sobre este tema, Vallecas en defensa de la cultura. En él, su autor, Pepe Molina, destaca: “…también estaremos, al pie del cañón, las organizaciones de base que fomentamos la cultura: los coros, grupos de teatro, las bandas, charangas, colectivos poéticos, peñas flamencas, grupos musicales y tantas y tantos que semanalmente y de manera voluntaria hacemos en nuestros barrios que la cultura sea algo vivo, que llegue al corazón y a las mentes de los ciudadanos y las ciudadanas.”
Aprovechando esta ocasión, ¿podríamos atrevernos a hablar de una «cultura vallecana«? No hace mucho, en una entrevista a varios vecinos, uno de ellos sostenía que Vallecas es “una actitud”. Siguiendo este hilo, pudiéramos decir que esta “actitud” claramente se ha reflejado en la gran proliferación de lo cultural, tanto desde su diversidad como en lo relativo a la tremenda cantidad de actividades realizadas.
Esta trayectoria, que ya tiene bastante historia (como ejemplo, los 25 años de existencia de la Coordinadora Infantil y Juvenil), se ha visto incrementar en estos últimos años, tal vez en parte al calor de la nueva sensibilidad que se expresó desde el 15M. Han ido surgiendo nuevas y diversas iniciativas, en algunos casos desde colectivos de jóvenes (de ello hemos ido dando buen conocimiento en los últimos meses). Podríamos decir que están irrumpiendo nuevas formas de expresión cultural con una nueva sensibilidad y en muchos casos reivindicando el protagonismo juvenil.
Es imprescindible que desde las instituciones más cercanas, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, se apoye este proceso. A ellas hemos de exigirles que no solamente permitan, sino que favorezcan e impulsen toda iniciativa que surja desde “el pueblo”, desde sus gentes, pues como bien dice Pepe Molina: “Ante una situación crítica, en lo económico y en lo social, la cultura se alza como un instrumento de integración que combate las tensiones, que aúna a las personas, que abre horizontes a la colaboración social. […] El asociacionismo cultural favorece el que pensemos no solo en cuestiones materiales, sino que nuestras preocupaciones vayan hacia todo aquello que favorece la libertad del espíritu.”