Mi piel, ¿cómo la cuido?

Por Margarita Álvarez y Concha Párraga, enfermeras de Familia de los CS Entrevías y Campo de la Paloma

La piel es el órgano más grande del cuerpo (en un adulto promedio llega a tener una superficie aproximada de 2 metros cuadrados y pesa alrededor de 5 kg) y se considera como tal, porque ciertas células que forman parte de la epidermis tienen la capacidad de captar antígenos y transferirlos a células de la respuesta inmunológica. Por lo tanto, forma parte del sistema inmunológico.

Entre las principales funciones de la piel está la protección frente a factores externos como bacterias, sustancias químicas, etc…; la regulación del metabolismo y la temperatura corporal; es el sentido del tacto y sintetiza vitamina D, por lo que es necesaria la exposición directa al sol para generarla ya que no abunda en los alimentos; y se ocupa de mantener saludables los huesos del cuerpo.

Para prevenir el deterioro cutáneo se deben beber al menos dos litros de agua por día, evitar el consumo de alcohol y tabaco, mantener una dieta equilibrada, haciendo especial hincapié en frutas y verduras, y realizar diariamente una correcta higiene para evitar la obstrucción de los poros.

El sol, por tanto, es necesario para la síntesis de vitamina D, además de producir otros beneficios como propiedades terapéuticas en ciertas enfermedades dermatológicas como psoriasis o acné. Pero, a su vez, tiene efectos negativos como fotoenvejecimiento, reactivación de determinados virus (herpes labial) y favorece la aparición de cánceres cutáneos.

Para tomar el sol con responsabilidad es bueno comenzar antes de que lleguen los meses de mayor intensidad. Hay que repetir la exposición de forma constante y progresiva para que la piel se vaya adaptando (el primer día sólo 15 minutos, luego ir aumentando 10 minutos cada día). Hay que vigilar la piel y, si empezara a molestar mínimamente, te está pidiendo que la tapes con ropa o bajo la sombra.

La primera medida, en todo tipo de piel, debe ser el aplicarse como mínimo un factor 30 de protección solar. Este factor es la relación que existe entre el tiempo necesario para la aparición de un eritema solar, usando un filtro solar y el tiempo necesario para generar el mismo eritema sin filtro. Se debe renovar cada 2 o 3 horas para que no se pierda el efecto y evitar las horas de mayor incidencia solar, entre las 11 y las 16. Los días nublados también debe usarse crema con protección, ya que las radiaciones atraviesan las nubes.

También es conveniente evitar el uso de colonias y desodorantes cuando se vaya a tomar el sol y después de tomarlo, darse una ducha e hidratar la piel. Además, conviene usar sombrero, ropa adecuada y gafas solares (el sol penetra por el cristalino y puede favorecer la aparición de cataratas).

En la montaña se debe utilizar crema con fotoprotección más alta, ya que el riesgo de padecer una quemadura se incrementa un 4% cada 300 metros de altura. Las zonas más sensibles son la cara, los párpados, los labios, las manos y la nariz. Esta crema debe ser resistente al agua, ya que el baño hace que la piel sea más sensible al sol.

Por otro lado, es preciso un aporte de vitaminas antioxidantes, que actúan como neutralizantes de los radicales libre, como son la vitamina E (presente en alimentos como verduras de hoja verde, nueces..) principalmente; y en menor medida, la vitamina C (cítricos, tomate, espinacas,…) y la A (zanahoria, hígado, espinacas,..).

Grupos de riesgo

Existen determinados grupos de riesgo, como los niños, que tienen una piel más fina y sensible; los ancianos, que tienen el sistema inmunológico debilitado; y algunas personas que padecen enfermedades como vitíligo, herpes, albinismo, cicatrices y algunos tipos de acné. Los niños menores de 2 años no deben exponerse al sol.

Es necesario acudir a un dermatólogo cuando exista un cambio en la coloración de la piel, un cambio en el tamaño, color o forma de lesiones preexistentes, si aparece sangrado, picor o dolor en una zona en concreto, etc. Algunos medicamentos aumentan la hipersensibilidad de la piel al sol.

El sol agrava el problema de las varices, por eso deben tener cuidado a la hora de tomar el sol. Las embarazadas también deberán tener cuidado con el sol, ya que es una época en la que la aparición de manchas cutáneas se ve incrementada.

Disfrutemos del verano y de su sol con responsabilidad.

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