Por Plataforma Cívica de Apoyo a la Lucha por la Luz de Cañada Real Galiana
En Madrid, en estas primeras semanas del nuevo año, está haciendo un frío congelador. Por las calles se anda deprisa, porque se busca llegar pronto a casa y ponerse cómodo entrando en calor. Pero, ¿y si no contásemos con ese calor? ¿Y si al llegar a nuestras casas encontrásemos que el frío es prácticamente el mismo y que, además, no tenemos sino una luz débil y mortecina que intentamos mantener con un pequeño generador que hemos podido comprar? ¿Y si ese frío que traspasa nuestro cuerpo, se mete en nuestros huesos y llega a enfriar nuestro ánimo, y esa oscuridad que nos rodea y que también oscurece nuestra mente, no podemos evitar que también los sufran nuestros seres más queridos, nuestros hijos e hijas pequeños o nuestros ancianos padres y madres? ¿Cómo podríamos sobrellevar ese horror?.
Querido lector y querida lectora os ruego que volváis a repasar el anterior párrafo y lo hagáis no leyendo un artículo de periódico, sino como si fuese realmente una situación que tú estás condenado a vivir sin saber cuándo tendrá fin, sin saber siquiera si alguna vez tendrá fin.
Ahora imagínate que ese horror lo estás viviendo, porque un día la empresa eléctrica que te suministraba la luz y la calefacción decidió quitártela, y porque tus representantes políticos, que tienen la obligación de garantizarte esa luz y ese calor, decidieron un día negártelos para ver si así decidías irte de tu casa, de tu barrio, y poder utilizar la tierra que ocupáis para realizar unos planes urbanísticos que favorecen a personas con alto nivel económico.
Sigue imaginando que te rebelas contra ello y al alzar tu voz y hacer patente tu queja junto a la de tus vecinos y vecinas, ves que es tan evidente la injusta violencia que estáis sufriendo que todos los que defienden los derechos humanos te apoyan con fuerza y sin fisuras. Puede que, en ese momento, pienses que, por fin, se acabará la pesadilla en la que vives. Y, sin embargo, esta se hace peor al ver que los representantes políticos, que mandan en tu comunidad autónoma y en la ciudad a la que tu barrio pertenece, no sólo deciden desoír todas esas quejas, ignorar todas las exigencias de los órganos defensores de los derechos humanos e incumplir sus obligaciones, sino que, por el contrario, deciden seguir contando con la empresa eléctrica para negarte la luz y el calor y, en un último intento de hacer imposible la vida en tu casa y tu barrio, contar con una empresa de excavación y transportes para destrozar tu casa en el momento en que salgas de ella o incluso transportar toneladas de tierra para enterrarla.
Ahora deja de imaginarte que vives tú esa realidad, pero sigues sabiendo que miles de niñas, niños, ancianos, ancianas, mujeres y hombres la están viviendo a escasos metros de ti. ¿No sigues sintiendo que ese frío y esa oscuridad también te alcanza a ti? ¿No sientes ganas de exigir a los representantes políticos que cesen en su acoso, que paren ese horror, que les den ya la luz y les dejen hacer contratos para que puedan tener electricidad y calefacción?.
Más de dos años de olvido
En la Cañada Real Galiana hace dos años y tres meses que viven ese horror de frío y oscuridad y hace casi dos meses que empezaron a derribar sus casas, dejando a sus habitantes en la calle, y a enterrarlas. Y eso a pesar de que hace más de dos años que los relatores de Naciones Unidas denunciaron el corte de suministro eléctrico y la violación de derechos humanos y exigieron el restablecimiento inmediato de la luz; hace más de dos años que el Defensor del Pueblo exigió a las autoridades políticas por primera vez (y no la única, la última, por ahora, hace dos meses) que se reestableciese inmediatamente la luz y se permitiese a los vecinos realizar contratos de suministro eléctrico; y hace más de dos meses que el Comité Europeo de Derechos Sociales del Consejo de Europa exhortó a España (que previamente se había comprometido jurídicamente a obedecer sus decisiones) a que tomase, antes del 15 de diciembre, las medidas que fuesen necesarias para garantizar que los habitantes de la Cañada Real tuviesen acceso inmediato a la electricidad y la calefacción.
Lo inconcebible, pero real, es que el horror sigue; que los derechos humanos de nuestros vecinos y vecinas en situación de mayor vulnerabilidad siguen siendo grave y sistemáticamente violados; y que nuestras autoridades políticas siguen permitiendo que todo ello se mantenga. Pero, ¿y el pueblo de Madrid? ¿Vamos a seguir consintiendo que siga ese horror inhumano, que sólo se mantiene por intereses políticos y económicos?.