Por Guillermo Belinchón
La Comunidad de Madrid decretó el pasado 5 de febrero un nuevo confinamiento perimetral para el barrio del Pozo del Tío Raimundo (Puente de Vallecas), que contó la semana pasada con una tasa de 958 contagios por cada 100.000 habitantes, según fuentes oficiales de la Consejería de Sanidad.
Este número representa unas cifras más bajas que otras zonas básicas de salud, como Guzmán el Bueno, con una tasa de contagio que sobrepasa los 1.000 nuevos casos y que la administración no confinó.
El confinamiento, la restricción de salida y entrada al barrio de El Pozo provocaron a los vecinos un malestar general y una impotencia ante lo sucedido. “Todo lo que sea ayudar a detener el contagio, bienvenido sea. Pero eso cuando se hace teniendo un menor número de incidencias que otras zonas de salud básica, más que una medida nos parece un capricho y aplicar una atención que no es necesaria”, menciona Gabriel Del Puerto, presidente de la Asociación de Vecinos Pozo del Tío Raimundo.
Las medidas tomadas por Sanidad para decretar confinamientos perimetrales la semana pasada se aplicaban a aquellas zonas básicas de salud madrileñas que superasen en 1.000, la incidencia por cada 100.000 habitantes, unos datos que El Pozo no superaba y aun así se procedió a las restricciones. Los habitantes del barrio se quejan de estas medidas por su incongruencia, como muchos otros hechos señalados por Gabriel: “En nuestro barrio la basura no se recoge, tenemos que ir obligatoriamente a trabajar en transportes y vamos aprensados y agobiados. Vemos las injusticias que se están cometiendo y luego tenemos incidencias. Según el informe de Sanidad que se nos aplicó, estamos confinados por las incidencias y otras causas, unas causas que no se han especificado por más que hemos preguntado”.
La lucha contra la administración
Son varios los problemas que acumula El Pozo desde que empezó la pandemia. Tal y como expone el presidente de la asociación vecinal, el centro de mayores se mantiene cerrado desde el día 1, sin embargo, el centro cultural sí que está abierto, pero solo para los asuntos que interesa al Ayuntamiento de Madrid. Mientras tanto, a los vecinos del barrio se les impide realizar actos allí, entre ellos las reuniones de la asociación de vecinos o de cualquier iniciativa vecinal. Los residentes exigen que se les apliquen las mismas medidas con las que trabaja el Consistorio, pero reciben el rechazo de éstas sin argumentos sólidos.
A lo anteriormente mencionado, se añaden otras críticas sobre la eficiencia de las administraciones ante la pandemia del coronavirus. Los vecinos denuncian escasez de medidas de retención contra el virus, ausencia de rastreadores y una importante falta del seguimiento a través de pruebas a aquellas personas que dan positivo.
Gabriel, que representa la voz de los vecinos del barrio, manifiesta al periódico su nulo entendimiento sobre la moralidad que presenta la Comunidad de Madrid. “¿Cómo es posible que se pueda tener tanto cinismo a la hora de decir que suben las incidencias cuando los fines de semana vienen cerca de 3000 personas al mercadillo de El Pozo? Si está restringido, está restringido para todo. Para unas cosas sí y para otras no. No lo entiendo. Aquí es donde interviene la falta de reparto equitativo de la moralidad. En esto me parece que la Comunidad y el Ayuntamiento han hecho la vista gorda y de moralidad me da la impresión de que tiene poca”, se lamenta el portavoz vecinal.
El sentimiento generalizado que viven los habitantes del Pozo, según explica, se podría resumir en un abandono completo por parte de la administración y de castigo, aun cumpliendo los requisitos establecidos por Sanidad.
Los restos de Filomena
El pasado 8 de enero, la borrasca Filomena hizo estragos en todos los distritos de la capital, dejando a su paso durante varios días, restos de hielo y nieve que impedían a los habitantes continuar con su vida normal.
El Pozo fue una de las zonas más afectadas. Fueron los habitantes los que se encargaron de la retirada de la nieve hasta la llegada, varios días después, de ayuda especializada que pudiese quitar el hielo de las calles de una forma más eficiente. Pero el problema no acabó aquí. Actualmente esta misma zona, critica la asociación, es un lugar de descarga de restos de ramas y árboles caídos provocados por la tormenta. “Están trayendo árboles y ramas que cayeron en la nevada a un parking que tenemos en el barrio, todo correcto ya que en algún lado se tiene que almacenar los destrozos de la nevada. Pero es que 15 días después, la administración está también trayendo desechos de otros barrios al nuestro. ¿Cómo tenemos que comernos esto? Tenemos zonas abarrotadas de deshechos. Esto es un cúmulo de consecuencias negativas que nosotros nos la tomamos como un aviso para que seamos conscientes de que, si no obedecemos, acciones como está se van a repetir”, concluye Gabriel.
Desde la asociación de vecinos se manifiesta una gran indignación hacia la administración por las medidas tomadas. Exigen más visibilidad y apoyo para el pleno desarrollo de las actividades cotidianas. Buscan ser un barrio competitivo, un barrio digno, trabajador y humilde, con un mensaje muy claro sobre que lo quieren transmitir.