Por Víctor Romero, Lara E. González, Francisco J. García, enfermeros/as de familia CS José María Llanos
El comienzo de la masiva campaña de vacunación contra el coronavirus ha traído consigo una gran cantidad de noticias publicadas en los medios de comunicación relacionadas con las vacunas, su eficacia y su seguridad. A lo largo de la historia, se ha demostrado que la vacunación es una herramienta fundamental para la prevención de enfermedades graves. De hecho, algunas enfermedades que produjeron millones de muertes en el pasado, como la viruela, actualmente no existen gracias a las vacunas.
Crear una vacuna es un proceso complejo, en el que se siguen una serie de pasos: primero la vacuna se prueba en el laboratorio, en animales. A continuación, se administra a un grupo de personas voluntarias que están totalmente sanas. Después, se continúan las pruebas con grupos de personas más numerosos y con otras características distintas. Esto quiere decir que, cuando a la primera persona se le administra una nueva vacuna tras su salida al mercado, realmente otros cientos de personas ya se la han puesto tiempo atrás.
Todas estas pruebas certifican que la vacuna realmente protege a la persona que la recibe contra la enfermedad para la que se ha creado, sin producir ningún daño ni efecto secundario en esa persona.
Un largo proceso
El desarrollo de una vacuna, por lo general, es un proceso largo que suele extenderse desde varios años hasta, en algunos casos, varias décadas. La rapidez con la que se están desarrollando y comercializando las vacunas contra el coronavirus puede que despierten en algunas personas una sensación de desconfianza. La situación de emergencia sanitaria a nivel mundial ha hecho que se hayan extremado los esfuerzos, la colaboración entre países y la inversión económica en investigación, lo que se traduce en un desarrollo de la vacuna en un tiempo más corto que en otras ocasiones. Independientemente de esta rapidez, todos los controles de seguridad y de efectividad se han mantenido de una forma muy estricta en todos los casos.
Hay que saber que, al igual que todos los medicamentos, las vacunas pueden producir algunas complicaciones, la mayoría leves (molestias o enrojecimiento en la zona donde se administra, dolor de cabeza o fiebre son las más comunes), aunque no todas las personas las sufran. Lo que es seguro que es que estos pequeños riesgos se compensan sin duda con el beneficio que se obtiene al recibir una protección contra ciertas enfermedades que, si llegásemos a padecer, podrían ser extremadamente graves.
Recuerda que, si tienes cualquier duda sobre qué vacunas debes ponerte según tu edad y estado de salud, sobre cuál es tu estado de vacunación o cualquier otra pregunta relacionada con el tema, puedes contar con tu enfermera de Atención Primaria, quién te ayudará y guiará ofreciéndote una información personalizada y de calidad.