Por Antonio Osuna
Allá por otros años, recuerdo que los campos de futbol de los barrios no tenían nada que ver con los que tenemos ahora. Sinceramente, si me pongo a recordar, no sabría deciros cuándo fue. Tal vez, una mañana alguien se despertó y dijo: “hagamos que conserven las rodillas” y, poco después, pusieron el césped que llevamos años disfrutando. Así me pasó a mí. Una mañana desperté y vi que aquel sitio donde los agujeros en el suelo y los baches eran más comunes que los goles, había cambiado radicalmente. Creo que era 2007 o así y 13 años después he decidido hablar de esto. Nunca es tarde… También se nota que yo no era mucho de fútbol, prefería mis rodillas.
Puede que todo esto suene un poco nostálgico con una pizca de masoquismo, pero, a decir verdad, cuando paso por esos parques con césped y esas zonas infantiles con suelos acolchados mi interior piensa: vaya generación de flojos que estamos criando. ¿Dónde quedó el llegar a casa con las rodillas ensangrentadas, las manos llenas de tierra, las uñas más sucias que nosotros mismos y los restos de la merienda esparcidos por la cara? ¡Los niños de ahora toman fruta envasada en plásticos! (Lo he visto). No sé si estamos evolucionando o involucionando, si estamos criando una generación de niños preparados o de niños sobreprotegidos. ¿Qué nos hubiera gustado a nosotros no rasparnos las rodillas en los campos de futbol?, claro. ¿Qué nos hubiera gustado caernos del tobogán y que el aterrizaje fuera en suelo acolchado?, también. Pero en ese tobogán (amarillo en mi barrio) se notaba quién era el valiente bajando de ahí en pleno invierno tratando de esquivar el charco perenne al final del trayecto. Hoy, lo más valiente que he visto en un parque es a un niño comerse una manzana que no venga en bolsa.
Creo que todo esto vino sucediendo desde que pusieron el césped. Alguien quiso que conservásemos nuestras rodillas y nos quitó el valor de las generaciones venideras. ¡Qué vuelvan los agujeros en el suelo y los baches! Pero a poder ser, que sean acolchados.