Por Alfonso Cuadros, psicólogo
Afortunadamente somos diversos. Cada individuo en nuestra especie lo es, desde su huella dactilar hasta otros rasgos físicos: estatura, peso, complexión…Pero, donde más diferencias hay, es en el enjambre psíquico. Un ejemplo: conocemos bien las diferencias de personalidad, actitudinales, entre hermanos con idéntica carga genética, y por eso oímos tantas veces a padres y madres: “¡Qué distintos son mis hijos de carácter!”.
Esas diferencias se muestran en las múltiples inteligencias que disponemos (espacial, lingüística, musical, interpersonal…) pero, en los aspectos emocionales, aún somos más diversos.
Si no existiese la diversidad, seríamos pobres. Estaríamos empobrecidos. Nadie nos aportaría nociones, aprendizajes, usos, creaciones… La historia del ‘homo sapiens’ sobre nuestro querido y sufrido planeta se ha basado en el enriquecimiento entre personas mediante el intercambio en diversidad: ‘yo te traigo el fuego, tú me das la jabalina’; ‘yo te enseño a manejar el software, tú me cuentas cómo y cuándo se planta la patata’; ‘yo te enseño a pintar, tú a gestionar’.
Por eso es insólito que se huya de lo diverso llegando, en el extremo, a reacciones discriminatorias y de rechazo hacia el otro, el otro diferente. Porque yo me construyo gracias a la otredad, mi identidad es fruto de la interacción y la reciprocidad.
Puente de Vallecas
Algunos tenemos la suerte de vivir en un distrito rico como es Puente de Vallecas. En él hay un patrimonio, un caudal social y cultural inmenso, del que podemos disponer cuando salimos del portal, o incluso antes, cuando bajamos las escaleras. Topamos con una diversidad que se olfatea cuando un guiso andino o un cocido extremeño sortean pícaramente las puertas. Es diversa la música que con el buen tiempo escapa por las ventanas y oigo la cumbia o el cante profundo. Diversas las historias que me cuentan los mayores del barrio, de qué sitios diferentes vinieron y alzaron sus casas, así como las personas llegadas de más allá del Atlántico o del Este europeo.
Todas las diversidades nos importan, las necesitamos: culturales, de género, funcionales, por edad… Disfrutemos de ellas, pongámoslas en común porque, en definitiva, sacarlas a la calle y sin timidez nos hará más libres, fuertes y ciudadanos.