Arte Vecinal, una comunidad que se expresa

Los participantes en el taller, junto a una de sus creaciones.
Los participantes en el taller, junto a una de sus creaciones.

ROBERTO BLANCO TOMÁS.

Pensad en una cooperativa de vivienda en la que los vecinos, una vez instalados en sus nuevos domicilios (en los números 14 y 16 de la calle de Fernando Chueca Goitia, en el PAU), empiezan a pensar en cosas que hacer juntos. Estamos en 2008, y una de ellas es un taller de arte. Pero no el típico en el que un profesor da clase a los alumnos, que aprenden a manejarse con los pinceles y demás. Para nada.

En vez de eso, estos vecinos crean en realidad una especie de “grupo de acción artística”, al que llaman Arte Vecinal. Carlos, el coordinador, lo explica: “el objetivo del taller era llevar el arte comunitario a una comunidad que se crea nueva, y dentro de esa comunidad ver que puede tener importancia como elemento de cohesión a la hora de crear un taller, olvidándonos de que pueda ser un espacio para adiestrarse en las disciplinas artísticas, sino que sea un sitio de encuentro donde generar procesos, y hacer como un reseteado de las mentes con respecto a la idea del arte, empezar a creerte que tienes capacidades artísticas como tales, que tienes capacidades colaborativas con todas las demás personas, y que al final lo que has vivido es ‘el arte como experiencia’, como diría John Dewey”.

En este escenario, los participantes no actuarían como individuos aislados, lo que nos sitúa en términos de la supresión de la autoría, de la autoría colectiva. Es una comunidad que se ha formado y quiere expresarse, y una de las formas que elige para expresarse es el arte, como concepto amplio, sin límite en cuanto a técnicas o soportes: se atreven con todo. El número de personas que participa varía: este año son seis y el coordinador, pero otros años ha habido más gente. La participación no se limita al edificio, estando el grupo abierto al barrio.

“El referente siempre ha sido el arte contemporáneo —continúa Carlos—, porque precisamente es el arte más difícil para acercarse a él y comprenderlo. Te lleva a una situación de shock a la hora de encontrarte con un referente que no entiendes, cuya capacidad artística está en duda. Te crees muy capaz de hacerlo porque lo ves sencillo por la técnica, y en ese momento de acercamiento es cuando realmente empiezas a comprender su dificultad”

En cuanto a líneas de trabajo, Carlos hace referencia a varios círculos, “desde el componente social dentro de una comunidad más o menos cerrada a abrirte a un entorno como el barrio, o incluso a un tercer círculo mucho más abierto, que es el de colaborar con otras asociaciones, entidades u organizaciones que se embarcan en proyectos que no están solamente abiertos al barrio, sino más allá. Es lo que llamamos ‘de lo local a lo global’”. En este proceso, Arte Vecinal se convierte también en un recurso para el barrio, por cuanto su actividad y el producto de ella se pone al servicio de reivindicaciones y movilizaciones vecinales o de encuentros lúdicos en el barrio. Un ejemplo serían “los 7.000 girasoles”, su participación en la intervención artística Agostamiento, de Basurama; también su apoyo a las movilizaciones del barrio contra el Parque Tecnológico de Valdemingómez, trabajando con pancartas y objetos que simulen humo y polución, como cintas negras, para dar a estas reivindicaciones “otro aire más sano, el del arte, ya que estamos hablando de un aire nada sano”.

Pasamos el micro entre los participantes. Eva destaca como “muy importante” de este taller darse cuenta “de que tengo unas capacidades que no conocía”, y que el grupo también le permite “ser una más”. En este aspecto también incide Elvira: “esto te abre la mente: ves algo colaborativo; ves que aunque tú pones tu parte resulta una obra común, pero en la que está registrado lo específico de cada uno, y luego también el hecho de sacar la criatura que llevamos dentro, porque la mayoría dejamos de dibujar y de pintar cuando éramos niños”. Eduardo destaca que “disfrutamos mucho, y hemos hecho cosas que nosotros mismos creíamos que no éramos capaces”. Tina confiesa que a ella le ha servido “para aprender sobre muchos pintores, técnicas, la historia del arte… Nos ha enseñado a valorar, porque nos hemos dado cuenta al enfrentarnos a diversas técnicas que es complicadísimo… Y otra cosa muy importante: en este grupo está prohibido decir la palabra ‘bonito’… Ni ‘bonito’ ni ‘feo’”. Inma reconoce que empezó este taller “sufriendo: vine aquí porque me apetecía, pero llegué y pensé que era incapaz de hacer nada. Se lo conté a Carlos, y me dijo: ‘espera, ven, y a ver qué consigues’… Y estoy superfeliz, porque veo que he conseguido muchas cosas junto a mis compañeros”. Como puede verse, un grupo muy cohesionado y decidido a inocular el “virus” del arte en el barrio. Ojalá se convierta en epidemia.

 

Más información: https://artevecinal.wordpress.com

 


Imagen: R.B.T.

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