Por Luis Carlos Ríos
Escribir sobre el sector 6 de la Cañada Real en tercera persona es imposible. Este lugar se ha vuelto un testimonio de condiciones de vida miserables a tan solo 20 kilómetros de Sol. Desde la Plaza del Conde de Casal, si se va en bus, es una transición cruel pasar del Hotel Claridge a hogares sin luz. No digamos hogares, digamos familias. Ya no eso, sino personas. Niñas y niños.
La Cañada Real acumula más de 500 días sin electricidad. Se trata de una violación flagrante de Derechos Humanos en la que todos los actores se pasan la pelota entre sí. El ente político, el Comisionado de la Comunidad de Madrid, hace alusión al actor económico, Naturgy. Ninguno de los dos ofrece una respuesta. Al menos hay quien les pregunte. Javier Jennings Mozo y Arturo Martín Varas han desarrollado más de un año de trabajo periodístico sobre el sector 6. En el transcurso de este periodo interpelan a las autoridades y dan protagonismo a las vecinas y vecinos afectados. Son narradores testigo de una historia que no suele tener relevancia en las esferas mediáticas.
De ese sustrato nacerá ‘Vivir al margen’. En este libro aspiran a contar la historia de las personas que están condenadas por las instituciones económicas y políticas de Madrid a vivir sin electricidad. En el siglo XXI no tener luz eléctrica es estar, literalmente, en los linderos de la sociedad. ¿Cómo se cuenta una historia así? ¿Cómo se gana la confianza de los vecinos? ¿Cómo se narra? Vallecas VA charla con Javier y Arturo que responden en primera persona del plural. Porque, como todo gran trabajo periodístico contemporáneo, se construye en equipo.
Pregunta: ¿Qué le motivó a contar esta historia y no otra?
R: Javier Jennings: Con respecto a la historia de Cañada es curioso. Cuando comencé en el periodismo, hace 3 años a través de la fundación porCausa haciendo periodismo freelance para distintos medios, empecé a ver un montón de temas relacionados con migración. En ese momento también tenía una curiosidad por cubrir temas más urbanos, de la calle, que estuvieran sucediendo en Madrid. (…) Cuando un año después, con 21, me fui a Bulgaria, ahí tuve la oportunidad de verdaderamente como te dije hacer el bautismo de fuego, cubriendo una realidad incómoda y haciendo un reporterismo de llegar al sitio y no saber qué me iba a encontrar. No saber qué hacer, no saber qué preguntas hacer… Mirando, observando toda la situación. Tan impresionado por el sitio en el que estaba… Dándome cuenta que no tenía ni idea de qué hacer (…). Una vez en Bulgaria, cubrí durante un tiempo prolongado el tema de Fakulteta. Volví varias veces, hice distintas entrevistas, luego hice mi investigación con datos de la Unión Europea y distintos medios locales e internacionales. En mi cabeza, estaba pensando “ostras, hay un sitio parecido en Madrid y no lo conozco”. Yo pensaba “no voy a ir ahí en mi vida”. Aunque me suscitaba cierta curiosidad verlo, ahí no, había una barrera de miedo. Sin embargo, cuando volví de Bulgaria dije: “esto es una realidad que está sucediendo cerca de casa.” Y justo cuando me estaba planteando de verdad hacer un tema de Cañada para Django llega el 2 de octubre, el corte de luz eléctrica, y una semana después los vecinos empiezan a protestar, empieza a ver cobertura mediática… Ahí se alinearon los astros y dijimos vamos para allá. Después en una reunión social coincidí con dos periodistas de la revista Baynana y fuimos juntos. Ahí conocí a Houda Akrikez el primer día y mantuve el contacto. Así fue como aterricé en la Cañada. Una semana después de la primera vez, volví con Arturo y a partir de ahí volvimos juntos siempre.
P: ¿Cómo lograron dejar de ser “el otro”? ¿Cómo dejaron de ser el ojo curioso para ser “parte” del sitio?
R: J.J: Creo que es una cuestión de perspectiva. Todo gira en torno a tratar a la gente como madrileños. Yo soy madrileño de toda la vida y la gente que vive en Cañada Real es madrileña. Tienen origen migrante, pero mucha gente en Madrid tiene origen migrante. Incluso yo, si me pones, mi padre es inglés. Es otro tipo de migración, pero quiero decirte, los madrileños venimos de muchas partes. Así es como se constituye la Cañada Real, a principios de los 70, con muchas familias que vienen de otros lugares de España en el éxodo rural. Yo como madrileño sentía esa empatía, y a la hora de hablar, estoy hablando con Houda, que tendrá origen marroquí y yo tendré origen medio inglés, y los dos decimos “egrre” y los dos tenemos el mismo acento. Y las mismas expresiones, y las mismas formas de entendernos cuando hablamos. Además, a la hora de hablar con la gente creo que es más un juego de empatía. Hay que ser respetuoso, pero para que la gente se abra también tienes que darles algo de ti, tienes que generar un clima de cierta confianza. Nosotros al final lo hicimos a través de ir mucho, durante mucho tiempo y muchas veces. De ir a hablar con la gente sin tener la cámara encendida, sin tener micrófonos grabando… Simplemente teniendo una conversación casual. Sobre cosas cotidianas. Preguntándole a la gente no solo por la lucha sino qué tal está tu madre, o qué tal está tu hijo, o cómo fue el partido de fútbol del domingo, de ciudadano a ciudadano. No podemos ver a la gente de Cañada Real como “los otros”. No. Son nuestros conciudadanos madrileños que, por desgracia, solo por el mero hecho de dónde viven, se les trata y se les resta derechos con respecto al resto de la población madrileña y española.
P: ¿Qué le diría al periodista que quiere destapar un gran escándalo de corrupción para que no se pierda las historias más humanas que tiene cerca?
R: J.J: Creo que el periodismo funciona a través de la empatía (…). Si tú quieres destapar algo de este estilo (…), hay que tener muy presente que todos, todos los escándalos de corrupción, todas las consecuencias que tiene la buena política o la mala política recaen en los ciudadanos, en las personas. Pueden estar más lejanos o más cercanos a ti en el espacio o el tiempo, pero las consecuencias son reales para personas reales. Si dejamos de lado el punto de vista humano estamos perdiendo parte de la historia, no estamos contando toda la realidad. Por eso es imprescindible ir al terreno, hablar con la gente, ¡con toda la gente que se pueda!
Algunos días antes, Arturo utilizó la misma palabra mágica: empatía. El discurso se da en diferido, pero coincide en el contenido esencial y hasta parece que dialogara. Ambos ponen énfasis en ser cercano con la gente y romper las barreras que separan al periodista de su historia.
P: ¿Qué motivación tuvo para hacer este periodismo y no otro?
R: Arturo Martín: Estudié Periodismo en la Universidad Complutense. Allí conocí a Javier y decidimos emprender y hacer nuestro propio proyecto. ¿Por qué hacer un periodismo más en profundidad, más de temas sociales? Pues yo creo que la labor del periodista es contar la realidad tal cual es. Es lo que intentamos hacer nosotros con todo nuestro contenido. Soy un apasionado del reporterismo de calle y me parece que muchas veces este periodismo queda incompleto si no es apoyado y fundamentado en unos datos contrastados. Cuando conocí a Javier pensamos “¿por qué no hacer una combinación de todo esto?” Y creamos Django. El nombre es curioso porque también es un lenguaje de programación que acerca grandes cantidades de información de una forma muy sencilla. Esa es nuestra principal intención.
P: ¿Y qué le lleva específicamente a la Cañada?
R: A.M: Ya teníamos entre manos hacer alguna cosa. Ya Django estaba creada y pasó lo de los cortes del suministro eléctrico en Cañada. Javi se acerca un día y me dice: “Aquí hay una historia increíble”. Y éramos un equipo y ya fuimos para allá todos los días juntos, todos los días grabando. Empezamos a conocer gente, a Houda Akrikez, a Jasmine, a muchísima gente. Nos quedamos ahí haciendo un reportaje en profundidad, intentando absorber toda la información posible. También entrevistar al Comisionado, que no salió muy bien la primera vez.
P: ¿Cuál va a ser su aporte en la elaboración del libro?
R: A.M: El libro va a ser 50 y 50. Mi aportación va a ser la mitad del libro. Y Javi va a aportar su mitad del libro: sus reflexiones, sus visiones, sus pensamientos… Y luego contaremos nuestras experiencias. También cómo hacer el reporterismo allí. Las barreras que nos hemos encontrado. Pero no barreras a nivel de conocer a alguien y que no quiera hablar con nosotros. No, sino también las barreras a nivel institucional que te ponen para, por ejemplo, alargar al máximo y al desgaste para darte una entrevista con una figura pública como es el Comisionado por la Cañada Real Galiana de la Comunidad de Madrid.
P: ¿Diría que les fue fácil encaminarse en ese entorno social de la Cañada?
R: A.M: Lo sorprendente es que fue más fácil de lo que yo me imaginaba. Fácil a nivel de relacionarte con la gente. Al final te das cuenta que, como tú partes con una serie de prejuicios, siempre has visto el mismo tipo de información sobre Cañada, el mismo tipo de vídeos… Y cuando llegas allí te das cuenta de que eso es muy grande y de que hay una parte pequeña que puede ser así, que puede necesitar más intervención… Pero te das cuenta que la mayoría de las personas que hay allí son personas normales. O sea, son trabajadores y se abren a ti. Al principio pueden desconfiar, vas ahí con una cámara, somos dos chavales que no han visto nunca. Estás en una comunidad de vecinos, al final ahí se conoce todo el mundo. Te pueden mirar, así como con cara rara, pero luego en cuanto le dices lo que estás haciendo, le enseñas un poco tus ideas, cómo quieres enfocar las cosas… Ya ahí cambia la cosa. Con las personas de Cañada ha sido todo muy fluido. Sin embargo, con el tema del Comisionado fue muy complicado. No nos quería dar ninguna entrevista en vídeo. Nos respondió una entrevista por correo, ni siquiera a todas las preguntas… Las barreras principales, a mi modo de verlo, estuvieron a la hora de contactar con las instituciones y que aporten información transparente de lo que está pasando allí.
P: Digamos que en un contexto como la Cañada el periodista es “el otro”. ¿Cómo evitar hacer lo que se conoce como pornografía de la miseria? ¿Cómo contar esa historia con un carácter verdaderamente humano?
R: A.M: Pues mira, la clave está en intentar no ser “el otro”. En pasar tiempo allí, en hablar con las personas, en tomarte un café con alguien y tener una conversación sin querer conseguir nada a cambio. Empatizar. La clave está en la empatía. Nosotros no queremos hacer la pornografía de la miseria, queremos visibilizar una situación injusta. Yo personalmente es que no puedo con las injusticias.
Concebir el periodismo “como la ciencia de la empatía y la honestidad” es clave para repensar la profesión de cara al futuro. Javier Jennings y Arturo Martín Varas tienen muy claro que el mundo de la información está cambiando. Por sus manos pasa refundar el oficio para acercarlo a la gente y que lo sienta suyo. Su punto de partida no puede ser otro que el barrio.
El crowdfunding de ‘Vivir al margen’ está llegando a la recta final. Colaborar con su edición es poner un grano de arena para que las historias incómodas, difíciles, pero sobre todo humanas, las historias de tu barrio, sigan teniendo la resonancia mediática que merecen. Hazte mecenas aquí.