Por Patricia Carlavilla, Marisa Gascón y Concha Párraga, enfermeras de Familia de los CS Campo de la Paloma y Ángela Uriarte
Hace casi 20 meses que vivimos en medio de una pandemia. Los datos mejoran, la sociedad, poco a poco, está reencontrándose con lo que era antes y, una cosa es cierta, el esfuerzo de todos ha sido (y está siendo) pieza fundamental de este rompecabezas. Desde el primer momento, se ha interiorizado el uso de la mascarilla, el gel hidroalcohólico y aquello de mantener la distancia social. Pero también, desde el primer momento, sabíamos que necesitábamos una solución que nos ayudase a salir a flote.
La solución llegó en forma de vacuna y, con ella, llegó también el escepticismo de muchos que dudan, no solo de su eficacia, sino también de que sea segura para la salud. Gran parte de la población ha afrontado la vacunación frente a la Covid-19 con mucho miedo y recelo. Y las noticias que hemos escuchado en algunos medios de comunicación sobre efectos secundarios, no han ayudado a paliar ese rechazo. ¿Se han producido casos de trombosis, miocarditis y anafilaxia? Sí, pero la realidad es que hay muchas más probabilidades de sufrir enfermedad grave y muerte por el SARS-CoV-2 que por cualquiera de las vacunas que se comercializan ahora mismo.
El proceso de vacunación en España ha sido muy escalonado y nuestros jóvenes están siendo los últimos en poder recibir la vacuna. La mayoría parece estar muy comprometida con el proceso. Pero también es cierto que una parte siente que ellos no tienen necesidad de vacunarse y que, de algún modo, “son fuertes e inmunes a esta pandemia que afecta más a los más mayores”.
El objetivo de la vacunación no es inmunizar a una sola persona, sino a la población. La falta de inmunización hace que el virus mute y así las vacunas pierdan efectividad. Por ellos, todos los sanitarios trabajamos con un objetivo claro, que es la inmunidad de grupo o rebaño. Cuanto antes y más población esté vacunada, más rápido llegaremos a obtener tasas de vacunación coincidentes que nos aporten inmunidad de grupo.
Casos menos graves
Vacunarte no siempre va a evitar el contagio, pero si evita en la mayoría de los casos llegar a padecer enfermedad grave, hospitalización o incluso fallecimiento. Si, además, convives con personas mayores, enfermos crónicos o niños menores (en los que no se ha autorizado la vacunación) vacunarte es un acto de generosidad, porque cuidarte a ti es cuidarlos a ellos.
Leyendo numerosos estudios se está empezando a hablar de la pandemia de los no vacunados, haciendo referencia a esa parte de la población que no está vacunada y que vemos cómo aumenta la curva de contagios e ingresos por enfermedad grave en esa franja poblacional.
Si algo hemos aprendido en todo este tiempo es que invertir en uno mismo resulta una idea genial y, si con ello aseguras que el futuro será mejor, no hay tiempo que perder. Vacunarse parece una buena idea, por ti, por mí, por todos. Creemos en ti, creemos en tu responsabilidad. No lo dudes, ¡vacúnate!