Unidos mejor que divididos: convivir es vivir

Un grupo de alumnos de 3º de diversificación del instituto Madrid Sur de Vallecas comparte clase con compañeros de diferentes nacionalidades

Foto de familia de los alumnos de 3º de diversificación del instituto Madrid Sur de Vallecas

Por alumnos de 3º diversificación del Instituto Madrid Sur

Casi nada más comenzar el curso, nuestra profesora Paloma, del Ámbito Lingüístico y Social nos propuso un trabajo sobre multiculturalidad. Lo primero que hicimos fue tomar conciencia de que la mayor parte de nosotros somos inmigrantes de primera o segunda generación, de que en el pequeño espacio en el que convivimos, nuestra clase, están representados varios países y de que nuestras costumbres, nuestras culturas son increíblemente diversas. Y en ese momento, nos dimos cuenta de la riqueza que tenemos y de que podemos aprender mucho unos de otros. En definitiva, decidimos hacer de nuestra diversidad, nuestra fuente de conocimiento y nuestra fuerza.

En primer lugar, nos pusimos manos a la obra. Nos parecía necesario investigar las razones por las que los seres humanos abandonan los lugares donde han nacido para buscar un nuevo hogar, en ocasiones lejos, muy lejos. Pudimos escuchar de primera mano los testimonios desgarradores de personas que lo dejaron absolutamente todo para encontrar una vida mejor, unas veces huyendo de la guerra, otras del hambre, de la extorsión, o simplemente porque en su país no pueden vivir con libertad. En estos viajes, normalmente, además de la nostalgia inevitable por todo lo que se abandona, existe el peligro de perder la vida durante la travesía. Nos pusimos en la piel del migrante, el que se aleja y no puede mirar atrás, el que viaja sin maleta y sin amigos, el que llega a un lugar desconocido y muchas veces hostil, un lugar que lo rechaza por su color de piel, su manera de hablar, su pobreza…

Por ejemplo, Alfonso y Cris proceden de República Dominicana, Sebas de Venezuela, Jhoselin tiene raíces en Perú y Ecuador y Michelle en Marruecos. El resto somos españoles y, entre nosotros, algunos somos de etnia gitana. Enseguida comenzamos a recopilar información para poder contar al resto todo aquello que nos hace únicos y diferentes, siempre con la idea de que estas circunstancias particulares de las que hablamos realmente nos enriquecen y nos pueden ayudar a comprender mejor a los demás, a abrir nuestra mente hacia otras formas de vida, hacia otras culturas.

El mural realizado por los escolares

Un mural

En segundo lugar, con todos los datos que fuimos seleccionado, realizamos unos trabajos en forma de mural para hacer visible todo lo que nos caracteriza. Mientras trabajamos en pequeños grupos, casi sin notarlo, aprendimos a convivir, a respetar la opinión del otro y a llegar a puntos de encuentro cuando las ideas no coinciden. Los trabajos no solo reflejaron la historia o el sistema político que rige cada país, también mostraron cada particularidad de nuestra gastronomía. Y de esta forma se nos abrió el apetito describiendo el cuscús marroquí, el ceviche peruano, la arepa venezolana, la raspadilla peruana o, cómo no, la tortilla de patatas y el cocido madrileño. Pero no solo probamos con nuestra imaginación platos típicos, también conocimos con detalle bailes de los que quizá ya habíamos oído hablar: el merengue dominicano, la danza del vientre de Marruecos, la marinera de Perú y el San Juanito de Ecuador. Compramos imaginariamente con monedas diversas: el euro, el dirham, el peso o el sol. Pero, sobre todo, viajamos a través de los mapas por lugares increíbles que en ocasiones ni sabíamos que existían. Montamos en camello por el desierto de Marruecos, visitamos ciudades exóticas como Casablanca y Marraquech, nos bañamos en playas paradisíacas de Punta Cana y atracamos en Isla Margarita y Los Roques.

Reflexión final

Finalmente, pudimos reflexionar: estar aquí todos juntos, todos tan diferentes, en un espacio tan pequeño es realmente complicado, cada uno con su pequeña gran historia a sus espaldas, muchos con familiares en el otro lado del mundo, asumiendo nuevas formas de vivir o de pensar. Sin embargo, podemos decir que merece la pena, que estamos aprendiendo a respetar lo diferente, a tolerar lo que no es como nosotros creíamos que debía ser siempre. También hemos entendido que las diferencias, al final, no son tan grandes, que podemos llegar a acuerdos, que, tras conocer las variadas circunstancias, podemos ayudarnos, compartir esta experiencia tolerándonos y encontrando puntos en común. En definitiva, hemos llegado a la conclusión de que juntos, mixtos y diversos… ¡Somos mucho más fuertes!

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