Por Pedro Lorenzo
Impresionante monólogo de Blanca Oteiza, actriz madrileña que se mete en la piel de Margarita Xirgu, actriz catalana y universal (1888, Molins de Rey- 1969, Montevideo). Su padre la llevaba a los ateneos, donde se aficionó al teatro, siendo su primer papel protagonista en 1906 en la obra ‘Therèse Raquin’ de Émile Zola. Viene a Madrid en 1914, trabaja en el Teatro Español representando a los grandes autores y en 1926 conoce a Lorca, convirtiéndose en la protagonista de sus obras. Ya no dejaría de representarlas. Fue un éxito rotundo ‘Mariana Pineda’ con vestuario y escenografía de Salvador Dalí. El estallido de la Guerra la sorprende en Sudamérica con obras de su amigo Federico, al que invitó a ir con ella. Al enterarse de su asesinato decidió no volver a España.
Este pequeño comentario de la gran actriz a la que remeda Blanca Oteyza es para señalar la grandeza de ponerse en semejante piel. Empresa ardua, difícil y felizmente superada, así la misma Margarita, que estuvo cerca, si no a la par, de María Guerrero, a quien dijo querer parecerse. La actriz madrileña hace un acto de introspección en un papel que nada tiene que ver con trabajos anteriores.
Es una interpretación brillante, contenida, que atiende al momento histórico que en cada momento está representado, ya sea su primera etapa en Barcelona, la conferencia que dio en la Universidad de Montevideo en 1951 o su recitado final. La evolución de la modulación de la voz, distinta de mayor a cuando era jovencita, emociona, te mete de lleno en el personaje sin estridencias ni sobreactuación. Sola en el centro del escenario con una luz tenue que da profundidad al relato y profusión de datos biográficos, (como su gran e imposible amor con el torero sevillano Joselito Gómez ‘El Gallo’), en un ambiente amenizado por el impecable y nostálgico sonido del bandeonista Fabián Carbone.
Una brillante idea de Dimaría y Oteyza, la recuperación de la memoria de personajes únicos, con vidas ricas y trágicas al tiempo: amor y tragedia, teatro y pasión, nostalgia de un exilio del que no pudo volver en vida y del que Xirgú dijo antes de morir que los griegos tenían razón: “el exilio era el más terrible de los castigos”.
A pesar de no ser una biografía como tal, el cuento, muy bien narrado, nos acerca a un personaje excepcional en talento y valores y a un poeta universal, García Lorca, que inmortaliza la actriz con su ‘Romancero Gitano’ y una parte última de ‘La casa de Bernarda Alba’. “Silencio, silencio he dicho”. ¡¡Una maravilla!!