Tricolor

“En mi barrio, sin pretensión, tengo buena reputación…”. Los historiadores relatan que nací en 1931, ya casi ni me acuerdo. Lo que no se me ha olvidado es el día: 14 de abril. Muchos de mis partidarios viven en Vallekas. Es un barrio con honda raíz proletaria, con ideales igualitarios, que huye de boatos prefabricados. Los tiempos son distintos, pero en el barrio siguen fieles a los buenos recuerdos que dejé. He tenido poetas y gentes ilustradas que me han alabado. Algunos, incluso, murieron por defender mis ideas o se tuvieron que marchar lejos, muy lejos, lo mismo que ahora les ocurre a centenares de miles de seres que agonizan perseguidos por el hambre y los terrores de las guerras. He sufrido la ira (la moral cristiana la califica como pecado capital) de aquellos que idolatran la razón de la sinrazón. Y me fusilaron. Sí. Se deshicieron de mí un trágico mes de julio. De golpe. A traición. Cuarenta años bajo el yugo. Y las flechas clavadas en lo profundo de unos recuerdos trucados por el silencio de los conspiradores.

Pero yo noto muy cerca el latido vallekano. Sí. Con ka. Irreverente a las normas académicas. Solidaria con tradiciones ancestrales, nacidas del sentir popular. En mi honor estas gentes levantaron un templo: Ateneo Republicano, lo llamaron. Las diosas también ceden su nombre a quienes predican los saberes que enriquecen la tierra y el trabajo.

Voy a cumplir 85 abriles. Me fusilaron, sí, pero no he muerto, ni estoy loca, ni mis colores se han deteriorado con los años. Aún mantengo el prestigio que da el no creerse heredera de un imperio. El no saberse impuesta por la gracia de nadie. Vivo con la pasión de una adolescente, aquí, en mi barrio. En Vallekas.

Concha Morales

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