Por Berta Herranz y Daniel García, médicos del Centro de Salud Vicente Soldevilla
Pongamos que se llama María y tiene 67 años. Me dice que viene por varias cosas (al escuchar esto me dan palpitaciones). Hacía mucho tiempo que no venía porque sabe cómo estamos, para no sobrecargar. Valoro todos los motivos de consulta. Hago una derivación a atención especializada que no sería necesaria si tuviera el tiempo adecuado para atenderla. La exploro rápidamente, tiene la tensión un poco alta, ajusto tratamiento. Me cuenta que le cuesta dormir, no indago en los motivos. No tengo tiempo. Lo hago todo de la manera más eficaz posible. Miro el reloj, la miro a ella. No sé si me dará tiempo a llamar al resto de pacientes que tengo citados.
De repente María me hace ver que la interrumpo, que no le dejo hablar, que no estoy siendo amable, que incluso parezco enfadada. Me dice que entiende cómo estamos, pero que ella no tiene la culpa, que además ha hecho todo lo posible para no venir. Me mira con incredulidad ante mi manera de tratarla. Sigue estando preocupada por sus síntomas, pero le explico rápidamente que el problema es que no tengo tiempo. Lo digo crispada porque tengo ansiedad por no llegar a atender hoy a todo el mundo.
Sobrecarga: trabajo a medias
¿Esto se lo estoy diciendo a ella o me lo digo a mí misma? Porque en realidad (o ademá) estoy enfadada porque soy consciente de que, debido a la sobrecarga, llevo mucho tiempo haciendo mal o a medias mi trabajo. Me ha cambiado el carácter en consulta. María me ha hecho de espejo. No es la primera vez que ocurre ni será la última. Sólo me ha mostrado lo que ya sé. Y, aun así, duele. A veces el dolor se nos escapa en forma de ira. El estrés crónico provoca irritabilidad y todo molesta. Todo, todos y todas. Molesta ver pacientes por encima de tus posibilidades, molestan motivos de consulta burocráticos, molestan pacientes forzados que no son urgentes, molestan síntomas que no tienen una causa clara y que hay que estudiar, molestan los casos graves y molestan los leves. Todo molesta. Nadie tiene la culpa (al menos nadie dentro de esa consulta), ni tú ni yo. Sin embargo, involuntariamente, yo te culpo y tú me culpas. Tú te ves forzada a disculparte (“no quería molestarte, sé cómo estáis”). Yo me veo forzada a disculparme (“es que no podemos más”).
Tengo a una paciente sentada enfrente de mí. ¿Cómo ha llegado allí? Rebobinemos: María llevaba ya un par de meses preocupada por unos dolores, pero al conocer el colapso del centro intentó retrasar la consulta todo lo posible. Al no notar mejoría se decidió a pedir cita. Probablemente estuvo llamando bastante tiempo sin conseguir contactar con el centro. Probablemente tuvo que hacer fila 20 minutos, o quizá más, para ser atendida en el mostrador por una administrativa que le ofreció una cita telefónica conmigo para dos semanas más tarde. A pesar de su preocupación, decidió esperar esas dos semanas. Mejor eso que nada. Cuando pasó ese tiempo, la llamé por teléfono y, al ver que precisaba valoración presencial, la cité para esa misma tarde en consulta.
Por fin María está sentada enfrente de mí. Viene sabiendo que quiere (“conseguir que me atienda mi médica y poder resolver los problemas de salud que llevo tanto tiempo arrastrando”). La primera expectativa se resuelve bien. El resto no. Porque una cosa es que te atiendan y otra que te puedan atender bien.
Si hay tal colapso que conseguir una cita se convierte en una carrera de obstáculos, el colapso no termina cuando se tiene la cita. La saturación de las consultas consume el tiempo y la energía de los profesionales. La atención será inevitablemente mediocre y quién la esté proporcionando se sentirá tan defraudada como tú con el sistema que perpetúa estas condiciones. La dificultad en conseguir cita es inversamente proporcional a la calidad de los cuidados. A mayor dificultad, peor atención. El ciclo se repite y se repite sin cesar, y así seguirá reproduciéndose si no hacemos nada para romperlo.
Dos víctimas junto a la misma mesa
Tengo a una paciente sentada enfrente de mí. A ambos lados de la mesa, dos víctimas de una gestión de recursos públicos que abandona a profesionales y ciudadanía a su (mala) suerte. Una gestión que esconde bajo la excusa de los autocuidados la falta de inversión, medios y seguridades necesarias para reforzar un sistema de salud que pueda ser de verdad universal, accesible, adaptado y eficaz. Este abandono, en un contexto de cada vez mayor precarización de las vidas de la mayoría de la población, es un acto de violencia. Una violencia estructural ejercida sobre María, sobre mí y sobre todos los demás vecinos y profesionales que acudimos a los centros de salud. Y una violencia mayor aún sobre quienes no consiguen llegar a obtener una cita por dificultades de acceso o por haber sido expulsadas del sistema. Es violencia porque hiere a la gente. Nos hiere. Y es estructural porque forma parte de la organización política y económica de nuestro mundo social.
Parece que nada pueda cambiar. ¿O sí? Entender la situación de la otra persona (ya sea paciente o profesional) es fundamental, pero no basta. Cada vez somos más los vecinos y profesionales que salimos de esa consulta a la calle para juntos luchar por lo que es nuestro. Luchar para que las expectativas como pacientes y como profesionales no se estrellen una y otra vez contra un muro. Porque ni pacientes ni profesionales podemos mucho más. Porque vecinos y profesionales, juntos, podemos mucho más.
Ideas y convocatorias para luchar por lo que es nuestro
-“Quien calla, otorga”. Es importante hacer reclamaciones para denunciar los problemas que se están dando, pero haciéndolos llegar a quiénes tienen capacidad de decisión. Muchos de los problemas no se pueden resolver en los centros de salud, así que es más efectivo hacerlos llegar a los órganos de gestión: https://www.comunidad.madrid/servicios/salud/reclamaciones-sugerencias-agradecimientos-asistencia-sanitaria
-“Nos vemos en las calles”. Si no visibilizamos nuestra demanda de una atención sanitaria pública de calidad, nada cambiará. Por eso Vallekas por lo Público ha convocado concentraciones el segundo jueves de cada mes a las 19 h frente al Centro de Salud Ángela Uriarte. Y la Marea Blanca sigue saliendo a las calles los terceros domingos de cada mes. ¡Súmate!
-“Juntas somos más fuertes”. Es importante que profesionales, vecinos y vecinas podamos encontrarnos, escucharnos y entender mejor cómo sumar fuerzas. Por eso se está preparando una Jornada por la Sanidad Pública para el próximo domingo 27 de marzo. Estás invitado/a…
-También hay otras iniciativas en marcha que son importantes y a las que os invitamos a adheriros, como el Manifiesto por la recuperación del sistema sanitario universal (frente a las prácticas de exclusión sanitaria existentes) y la Iniciativa Legislativa Popular por la recuperación de la Sanidad Pública.