RSP VALLEKAS.
En mayo de 2016 decidimos ir al campo de refugiados de Katsikas, en Ioannina (Grecia), donde se encuentran atrapadas más de 1.000 personas (la mitad menores) en contra de su voluntad. Fruto de las decisiones mezquinas de la Unión Europea y ante el silencio de gran parte de la sociedad.
Sirias, kurdas, afganas, yazidi, entre otras nacionalidades, se desparraman en un mar de tiendas de tela dispuestas por el Ejército griego, en medio de un campo abandonado convertido en un barrizal por las frecuentes lluvias de la primavera y aisladas de la vida y sociedad griegas.
No hemos ido a Ioannina como cooperantes ni voluntarios. La filosofía de la Red de Solidaridad Popular es socorrer las situaciones de emergencia que sufrimos las clases populares a la vez que procuramos la movilización para un cambio social, a través del conocimiento de las causas políticas que provocan nuestra penuria. Lo que nos impulsó y nos ha mantenido activos durante estas semanas de duro trabajo es algo muy antiguo: la solidaridad entre personas de diferentes naciones y etnias.
Es difícil explicar todo lo que hemos visto en el campo de refugiados. Así que lo haré con una metáfora. Imagina…
Que mientras viajabas a Grecia cierran las fronteras en Croacia. Te quedas atrapada en un país del que desconoces el idioma, sin dinero para comprar lo más básico, y te ves obligada a vivir a la intemperie sin saber por cuanto tiempo; durmiendo en el húmedo suelo, sin calefacción, sin medicinas y apenas con comida, acompañada de tu familia.
Que quieres volver a casa, pero está la guerra y la miseria.
Que tu hija está enferma y nadie te da medicamentos; y solo puedes esperar a que todo pase.
Que has perdido toda tu documentación que te “legaliza como una persona” ante la Policía y la Administración del país, y que no hay embajadas donde puedas volver a obtenerlos.
Que la Policía te encuentra y que, para tu sorpresa, te dice que no está para defenderte, sino para encerrarte en el campo de una base militar abandonada.
Que no te calientas con gas o electricidad, sino quemando ropa o plástico; puedes ducharte una vez al mes con agua fría; o tienes que hacer tus necesidades en baños de plástico, donde respirar es imposible y la mierda recubre las paredes.
Que llueve y no tienes donde resguardarte, y ves cómo el suelo de tu tienda empieza a inundarse, tus hijos te miran desesperados y no ves que tu situación cambie nunca.
Que te tienes que quedar en Croacia por un tiempo indeterminado, que tu familia ha muerto en la guerra, y que tu vida y la de los tuyos no vale nada.
Que, además, te digo que tienes que estar callado y que te vamos a educar a la europea porque sois unos salvajes y con una cultura atrasada.
Todo esto es lo que hemos visto en el campo de refugiados de Katsikas en Ioannina, Grecia, un país de la Unión Europea.
En el campo aun no hay grandes ONG. El Estado griego no destina ningún medio, el único dinero que llega es el que traemos los voluntarios (recaudado entre amigos y familiares), y el Ejército está solo para contener la externalización de la situación explosiva que allí se vive.
Ante la magnitud de la tragedia, y guiados por intereses electoralistas, la Unión Europea ha decidido pagar a Turquía, un país con graves violaciones de los derechos humanos, para convertirlo en país de acogida de todas estas personas, impidiendo su llegada a Grecia y repatriando a los que ya se encuentran allí. Campos que no serán de refugio, sino de detención, en los que miles de personas que no han cometido ningún delito deberán permanecer sine die, condenados por el solo hecho de haber nacido en el país y el momento inadecuados.
¿Quién defiende los derechos humanos, los derechos fundamentales de niñas y niños? Es todo papel mojado. Nos gobiernan títeres de bancos y oligopolios, multinacionales e industrias armamentísticas. Solo se aplica lo que a ellos les conviene, y lo que no les gusta no se aplica y basta.
Nos costaría muy poco mejorar las condiciones de vida de estas personas, con dotación material y humana a estos campos, mientras articulamos un plan para darles una mejor acogida en nuestros países.
Nos costaría algo más entender que estas personas son como nosotras, que se han visto obligadas a salir de su país en contra de su voluntad y que en nuestros países solo aspiran a desarrollar una vida digna, como reclamamos para nosotras.
Nos costaría bastante más exigir a nuestros gobernantes que cesen de financiar guerras, que fuercen un alto el fuego definitivo que permita una salida al conflicto y el apoyo a la reestructuración económica y material de sus infraestructuras.
Ahora mismo existe una situación de emergencia extrema que debemos cubrir, pero sin olvidarnos de la raíz del problema: un sistema injusto, irracional y despiadado que condena a la humanidad. Es esto lo que debe guiar nuestros pasos.
Estas semanas hemos ido a combatir la necesidad extrema de estas personas con los pocos recursos con los que contábamos, pero también el asistencialismo de las ONG, intentando hacer las cosas de forma solidaria y no vertical, tratando de implicar a las y los refugiados en la mejora de sus propias condiciones de vida.
Porque tú en su situación querrías que te ayudaran. Porque solo el pueblo salva al pueblo.
Fotos: RSP Vallekas