Por J. L. P
La pobreza camina entre los escombros
con rugido penetrante de basuras.
Habita el extrarradio de los narcos,
babel incomprensible de palabras.
Desde el frío, la oscuridad y el hambre
llora la miseria todas la noches.
Nadie llama a sus puertas de hojalata,
tan solo el viento de los peregrinos
que sopla las velas de su rechazo.
Su abandono vuela por un barbecho
como las trizas de un plástico sucio.
Cada vez mucho más lejos, en ruinas,
amanece la luz en la Cañada.