OPINIÓN.
Creo que, de fondo, un proceso de independencia significa sobre todo una redistribución del poder gubernamental: cambia el “dónde” y el “quiénes” toman las decisiones que afectan a un conjunto social. Ahora el poder económico está por encima y moldea en muchos aspectos al poder político, pero no por ello ha dejado de ser un caramelo muy apetecible por el que se lucha en el sistema a degüello.
Por tanto, la situación de Catalunya se podría observar desde la perspectiva de una lucha de poder que utiliza los legítimos anhelos de la sociedad para que ésta haga el trabajo de calle, mientras los primeros se mantienen en sus despachos alejados de los enfrentamientos a los que animan a participar a la gente que dicen representar; una lucha entre poderes que pone a la población como ariete de sus intereses.
La historia ya nos ha mostrado innumerables casos en los que ocurre lo mismo: pueblos enteros movilizados, y convencidos, de que la lucha a la que han sido arrojados tiene que ver con sus aspiraciones, sobre todo cuando éstas son identitarias. Los poderosos de todas las épocas han sabido utilizar esos relatos sobre la identidad cultural y personal para llegar al interior de esas aspiraciones legítimas de sus pueblos. Esto no quiere decir que esas aspiraciones no sean verdaderas, honestas o constructivas, sino que el poder utiliza esos anhelos para redirigirlos en dirección interesada, hacia sus metas particulares y cortoplacistas relacionadas con su poder.
Esto se ha repetido una y otra vez a lo largo del tiempo y a lo ancho de las culturas. En palabras de Silo, en su Cartas a mis amigos, se dice: “Los instrumentadores de todos los tiempos han efectuado la básica estafa moral de presentar a otros una imagen futura movilizadora, guardando para sí una imagen de éxito inmediato.”
Cuando la gente ha reclamado derechos laborales, ha pedido acabar con los recortes sociales, mejor sanidad y educación, acoger a los refugiados o expresar sus críticas con mayor libertad, ha sido respondida con leyes represivas, con violencia policial, con menosprecio o con un total ninguneo, como si nada pasase. Los Gobiernos, tanto el central como el catalán, han ignorado los intereses de sus poblaciones repetidamente hasta lograr que muchos gritaran en las plazas el “no nos representan”. ¿Cómo es posible que de repente esos mismos poderes se pongan del lado de sus poblaciones ante una simple demanda de mayor autogobierno por parte de uno de esos poderes? ¿Cómo es posible que estén poniendo tantos recursos, tomando tantos riesgos y desplegando tanta energía en este tema y ninguna en superar la desigualdad o la pobreza, por ejemplo? ¿Cómo es posible que, de repente, algunos arriesguen la cárcel o el patrimonio en nombre de su pueblo? Perdón, pero no cuela.
Obviamente, éste un asunto que toca de lleno la distribución del poder, y los gobernantes y sus amiguetes tienen un enorme interés particular e inmediato en ello, porque si no, no arriesgarían tanto. Al mismo tiempo, lanzan a la gente emotivas proclamas identitarias de un futuro en libertad y democracia con el fin de alentar la movilización social, sabiendo que ese tema identitario moviliza fuertes cargas.
Por supuesto que los poderes políticos en Europa, los Gobiernos nacionales y los burócratas de Bruselas no ven con buenos ojos que unos atrevidos de su moribunda “Europa de los Pueblos” tengan la osadía de dar la batalla por el poder local, animando así con el ejemplo a otros “pueblos” a hacer lo mismo. En sus intereses políticos nunca hubo un proyecto de pueblos europeos, sino una imagen de estados centralizados que se unen en un paraestado mucho más centralizado y controlador que los propios Gobiernos nacionales, por lo que toda reivindicación de poder local será interpretada como amenaza de desintegración a esa Europa centralista y estatista… y por cierto, bancaria.
Por tanto, en mi caso, no me creo nada de lo que cuentan unos y otros (me refiero a los “líderes”), para los cuales todo esto es una coartada para otros fines.
Es una perspectiva que creo hay que tener en cuenta.
Jordi Jiménez
Imagen: www.tvboy.it