Por Concha Párraga, enfermera de Familia del Centro de Salud Campo de la Paloma
Disculpadme las molestias. Necesito este espacio íntimo y reflexivo para poder despedirme de todos vosotros y vosotras. Despedirme, pero sin decir adiós.
Tenía 17 años cuando comencé mi andadura por este mundo. 17 años y una vida por delante para poder desarrollar todo lo que mi cabeza de adolescente vallecana albergaba. Tenía muy claro lo que quería ofrecer: servicio público, siempre servicio público. ¡Pero no tenía muy claro el cómo! Asquerosamente joven, como dice el maestro, y muy insegura de cómo quería desarrollar mi futuro.
Sabía que me gustaba el mundo de la salud, los cuidados, siempre los cuidados, tal vez porque veía en mi madre en el mundo de los cuidados a pesar de no ser cuidadora formal. No sé. No sé qué me llevó a intentar dedicarme a esta profesión, pero llegué a ella.
Llegué al mundo hospitalario haciendo las prácticas como auxiliar de clínica y eso fue lo que marcó mi vida. Comencé a soñar con hacer Enfermería y con hacer de los cuidados mi razón de ser. Esas prácticas, de la mano de un médico de un hospital de Madrid, me abrieron a un mundo muy especial, al mundo de la actividad comunitaria, porque él, a pesar de trabajar dentro de un sistema hospitalario, vivía su profesión de cara a la comunidad, no olvidando jamás a aquellas personas que, por unos determinantes u otros, no eran capaces de hacer una buena gestión de su propia salud o enfermedad.
Mi vida no quedó allí. Mi vida continuó e hice Enfermería a sabiendas de que quería trabajar en la comunidad y hacer cuidados para la comunidad en mayúsculas.
Se comenzó a desarrollar la Ley General de Sanidad y los consultorios se fueron transformando, poco a poco, en lo que hoy son los centros de salud. He sido muy afortunada. Fui parte del proceso. Ayudé con mi granito de arena a construir eso que fue un sueño para todos…ser parte de ese primer escalón de la sanidad: trabajar con hombres, mujeres y niños, pero también con familias y con la comunidad.
Un título en el corazón
Hoy en día soy Enfermera Familiar y Comunitaria (título que he tenido en mi corazón toda la vida) y lucho con uñas y dientes, porque este modelo de trabajo no desaparezca y jamás volvamos a lo que antaño era el trabajo por tareas. Cuidar de las familias y de la comunidad es el objetivo de todas las enfermeras familiares y comunitarias. Para todas nosotras un auténtico privilegio. Cargamos las maletas de salud. Llevamos la teoría de la salutogénesis a la vida cotidiana. La teoría sale de los libros y la ofrecemos a la comunidad.
La salutogénesis debería ser nuestro abono transporte en esto de transitar por la vida. Es nuestro derecho como ciudadanos y nuestro deber como profesionales ofrecerlo.
Es todo un privilegio para mi poder jubilarme junto a los míos, en mi barrio, Vallecas, donde estoy trabajando desde 2007 y donde he desarrollado los mejores años de mi vida profesional.
Es un privilegio ser vallecana y es un privilegio ser enfermera vallecana que trabaja para sus conciudadanos.
No me quiero ir sin dejar de agradecer haberme permitido ser vuestra enfermera.
Ahora ha llegado el momento de poner punto y final a mi vida laboral. Con pena, pero también con la alegría personal de empezar una nueva etapa. Me voy, pero me quedo. Contad siempre conmigo como activo en salud. Siempre gracias.








