Rostros de desigualdad

Por Ignacio Marín (@ij_marin)

Cansado de rodar por casas de amigos y conocidos, Marian ha convertido un portal por Nueva Numancia en un hogar en el que no tiene que dar explicaciones a nadie. Tras años de servir en casas cobrando en negro, la única cobertura que tiene ahora Elisa son los soportales del campo del Rayo. Fabián pudo perdonar compartir cuarto con cuatro personas por 400 euros, pero su casero no lo hizo con un retraso de tres meses.

Son los rostros de la pobreza, rostros en los que cualquiera podemos vernos reflejados. La brecha de desigualdad sigue ensanchándose, cebándose con especial virulencia en calles como las de Vallecas. Mientras se extendía el virus, la pobreza estrechaba su cerco sobre unos barrios que sufren la crisis en desventaja. Una realidad venenosa para aquellos que, con el mantra de que la crisis nos afecta a todos por igual, pretenden volver a cargar el peso de la recuperación sobre unos hombros aún en carne viva por la crisis de 2008. Sanitaria, financiera, medioambiental, ¿qué importa? La crisis siempre se ceba con los mismos.

Y no lo digo yo. Lo dice Oxfam Intermón que advierte que, de no blindar la sanidad pública y la protección social, serán 1,1 millones más las personas en situación de pobreza. Es decir, del ya lacerante 20,7% al 23,1% del total de la población. Una situación, asegura la ONG, que es culpa de décadas de políticas económicas que han provocado el empobrecimiento de los más vulnerables y el enriquecimiento de ¿adivinan?, las clases más pudientes.

Basta un paseo para contemplar dos mundos distintos. Según los últimos datos del INE, la renta neta media por hogar es de 31.400 euros en Villa de Vallecas y 25.500 en Puente. En el distrito de Salamanca es de 57.700 y en Chamartín roza los 66.000. Cantidades que se duplican en apenas un puñado de kilómetros.

  • “Las soluciones no son ningún secreto. Generar condiciones de vida dignas y oportunidades”

Las soluciones no son ningún secreto. Generar condiciones de vida dignas y oportunidades. Fortalecer los servicios públicos y la protección social con un sistema tributario que grave bajo criterios reales de progresividad fiscal y justicia social la riqueza, el capital y las grandes empresas. Reformar un sistema tributario que, actualmente, es ejemplo de falta de equidad para las autoridades europeas.

Y tampoco lo digo yo. Lo dicen organismos tan poco marxistas como el FMI o la OCDE, que llevan años alertando sobre la necesidad de un modelo fiscal en el que aumente la aportación de los grandes patrimonios para que el sistema sea viable. No ya justo, sino simplemente viable.

El debate, por supuesto, no está en este asunto. Está en la amenaza de la okupación, la perversidad de los inmigrantes o en cuán alto se pueden dar vivas al Rey. Lo que sea necesario para distraer la atención sobre una cuestión que es de vida y muerte para nosotros y que lo será todavía más el día de mañana. Recomiendo a los que desgañitan defendiendo una patria que ignoran que paseen, por ejemplo, por la Cañada Real, a la que este periódico dedica un amplio reportaje. Descubrirán rostros que anhelan un futuro de dignidad, trabajo y prosperidad. Rostros que, en el fondo, no son distintos a los suyos.

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