Por Luis Carlos Ríos
Los mercados municipales fueron el punto de encuentro de la comunidad vallecana y madrileña por décadas. En sus grandes estructuras de metal, hierro y zinc, se cimentó la relación vecinal que todavía nutre el tejido asociativo y comunitario de Vallecas. Hoy en día, salvo algunas excepciones, los mercados de toda la vida viven horas bajas. La competencia es voraz y la demanda menguante. Los momentos de dificultades, sin embargo, también son terreno fértil para la innovación y la creatividad. El Mercado de Numancia, situado en la calle de Josefa Díaz 4, en pleno corazón del distrito de Puente de Vallecas, está en ese proceso de ebullición que surge tras una tormenta de ideas. El centro se convirtió en un ecosistema fascinante de negocios de abasto de toda la vida y espacios de degustación y desenfreno. Además, son nodos del tejido asociativo del barrio, tan necesitado de lugares físicos. Un mercado de toda la vida, repensado para la clase obrera del siglo XXI.
El recorrido empieza, precisamente, por el Working Class Bar, un local para tomar cerveza a precio razonable y comprar entradas para el próximo concierto de punk rock. Pero para tomar cerveza de clase mundial está el Shanty Town, especializado en el fermento del lúpulo, la malta y la cebada. Está regentado por miembros de la agrupación madrileña Madrid Ska Foundation. El vínculo entre música y tapeo es indivisible, porque además de disfrutar de más de una decena de tipos de cerveza, también ofrecen entradas y hasta actuaciones en vivo. De igual modo, organizan catas de cerveza para iniciados y expertos, con el fin común de adentrarse un poco más en el maravilloso mundo de la birra.
A las Bravas Burger Bar es un pub al que no le falta de nada para el público vallecano. Tiene cerveza, pinchadas y unas hamburguesas monumentales. Las hay para todos los gustos, veganas y hasta con carne madurada, repletas de buen queso derretido. También, por supuesto, patatas bravas clásicas e imaginativas. Como eslabón vertebrador de la vida del barrio, son frecuentes sus colaboraciones con la Escuela Deportiva Atalaya. En su barra se dan cita los residentes que, alternando buen comer y buen beber, insuflan vida y solidaridad a las calles del Valle del Kas.
Comida tradicional
La comida tradicional española también encuentra su lugar en el mercado, como no podría ser de otra forma. Lo hace de la mano de un aperitivo tan clásico como popular: la croqueta. La Coqreta de Vallekas innova dentro y fuera de los fogones con propuestas atrevidas que, al mismo tiempo, invocan el gusto por lo clásico y consolidado. Una de sus últimas sugerencias para aprovechar el buen tiempo es un picnic delicioso y cómodo. Una cajita de croquetas y dos cervezas fresquitas en el Parque de las Siete Tetas. Beber en público es una idea sensata en relación con otras idas de olla que han tenido los croqueteros del mercado. En noviembre organizaron un concurso al estilo de ‘Crónicas carnívoras’, con 32 participantes y 400 croquetas por devorar. A principios de año, La Coqreta de Vallekas rompió todos los récords con una croqueta de 7,6 kilos, ante la mirada perpleja de la clientela. A parte de este manjar, también ofrecen tortillas y cervezas. La combinación los convierte en un lugar estupendo para pasar la tarde.
El plato más internacional de España, tan manido y malinterpretado, la paella, también tiene un lugar de honor en el Mercado de Numancia. Paellamar eligió esta ubicación para repetir el éxito de los mercados de Tirso de Molina y de Prosperidad. Los valencianos llevan adelante una expansión que marca su tercer tanto a menos de un kilómetro del Estadio de Vallecas. Laura Pérez Vehí no se corta en apuntar a lo más alto. Responde a una pregunta sobre qué los hace diferentes de otros sitios con una seguridad de hierro. “La fórmula de Paellamar es única”, sentencia por correo electrónico. “Tanto es así que se va a franquiciar en España y el extranjero”, remata.
El resto de las respuestas siguen la misma tónica de certeza en lo que se hace. Lo que hoy se conoce como “confiar en el proceso” lleva poniéndose en práctica cientos de años en los fogones. La comida, en ese sentido, no cae muy lejos de las grandes obras de arte. De ahí que Laura defina su producto estrella como “paellas artesanales cocinadas cara al público (…) Las que tienen mucho éxito son arroz del señoret, paella valenciana, arroz negro, paella vegana y paella de arroz al horno”. Esa confianza en el proceso la depositan sus comensales día tras día. “Somos especialistas en paellas prácticamente desde que nacimos (…) Paellamar tiene tres locales en Madrid y los que los llevamos somos valencianos” concluye, decidida.
¿Cómo encaja un local de paellas valencianas en un entorno madrileño, vallecano y en un mercado de abastos? Para Laura es una suerte. “Es una simbiosis magnífica en mi caso” asegura. “No todo lo obtengo de ellos, pero me aportan bastante materia prima de calidad”. En efecto, si algo falta, si un proveedor no responde o simplemente se olvida el pedido, el producto está al alcance de unos pasos, y es de extraordinaria calidad. Respecto a la relación con los vecinos y el público y si se puede “hacer barrio” desde el sector de la hostelería, Laura contesta: “Yo creo que sí. La hostelería en los mercados supone un punto de encuentro de los vecinos. Y un escenario magnífico para desarrollar eventos culturales, musicales, artísticos, concursos para niños…”.
Reinventarse o morir
Los mercados se están reinventando en un tiempo en el que urgen los espacios para el ocio en los barrios del sur de Madrid. Sin perder su condición de puntos neurálgicos del comercio local, encuentran formas de insertarse en el ecosistema colaborativo de las y los vallecanos. La historia del Mercado de Numancia es la que es, porque está en Vallecas, un barrio donde la gente está acostumbrada a crear y recrear con los recursos que tiene a mano. Desde ese hacer de barrio, surgen joyas de la hostelería madrileña como las que hacen vida en el mercado.