Por Antonio Osuna
La duda llegó y el motivo fue más que simple. Al acerarse el verano, surgió la conversación de todos los veranos, bueno, todos menos el pasado… Ese verano no cuenta para nadie. Como decía, la conversación de siempre: ¿a dónde vamos? Pero esta vez… este verano es muy diferente al resto. Es, podría decirse, la primera vez de todos y cada uno de nosotros. La primera escapada sin restricciones o, al menos, sin tantas, ya sin toque de queda, con ensayos sobre “abrir” discotecas, con la opción abierta de movernos tanto por el país como por fuera…. Y ahora viene la pregunta: ¿qué hago?
En cierto modo tengo muchas ganas de recorrer el mundo que no conozco, hacerme una PCR internacional, o como sea eso, y echarme a las manos de la suerte. Pero por otra parte… hay tanta gente que llevo tanto tiempo sin ver y sin compartir momentos de una manera que no sea a través de una pantalla… No sé qué hacer. Los días que tengo los quiero aprovechar y todavía queda tiempo para ello. Quién sabe, puede que, en unas semanas, ojalá no acierte, y volvamos a la casilla de salida, cosa que no creo. Pero ese pensamiento me hace acrecentar el original que inspiró este texto. ¿Cuál es la mejor forma de aprovechar esta oportunidad? Sinceramente, hay una tercera opción que puede sea la elegida. El pueblo, ese lugar donde el tiempo no camina, se ralentiza, allí una semana parece que son dos. Y volver a las raíces puede que sea la mejor forma de crecer.
Definitivamente este virus nos ha podado a todos. Pero ahora que lo pienso… para un viaje que voy a hacer después de tanto siento que el pueblo se me queda corto. Es mejor plan que otro verano en casa, pero no mejor plan que un viaje en mayúsculas.
No sé qué hacer, puede que al final me pase como siempre, que de tanto y tanto esperar las opciones se acaben cerrando y me vea en casa de nuevo. ¿Quién sabe? Por cierto… hablando de casa… ¿tendremos fiestas este año? Si es así, me quedo aquí, aquí o en el pueblo, eso no lo cambio por ningún otro plan.