Por Adriana Sarriés y Francisco Catalán
Lo peor que podría ocurrirnos es creer que la violencia forma parte del ser humano y que es irremediable. Creer también que no existen propuestas para la paz. Que los poderes implicados en los conflictos hacen y deshacen a conveniencia y las personas de a pie no podemos influir ni un mínimo en la historia.
El momento que estamos viviendo es terrible. Aunque no es exclusivo de nuestros días, hace que nos desalentemos. Es difícil pensar y creer en la patria común, universal y unificadora que defiende un derecho básico: la dignidad humana. Ésta fue plasmada en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y en muchas instancias se pretende enterrar. No se trata de “buenismo”. No es eso. Pensemos: La conciencia de la dignidad humana hace saltar por los aires la ambición exacerbada, el racismo, la xenofobia, los nacionalismos violentos, el machismo y el odio en cualquiera de sus formas. El avance de la paz está en los Derechos Humanos. Su interdependencia (paz y Derechos Humanos) tiene ya un largo recorrido, Paz y Derechos Humanos son inseparables.
No se pasa de la paz a la guerra sin más. Sus causas siempre son complicadas. Pero en ellas siempre se destruye la dignidad del contrario y sus derechos, la ambición de cualquier tipo se desata y la deshumanización toma el mando. Actualmente, las guerras protegen más a los ejércitos que a la población civil, ésta es la más agredida.
Y hay una y principal causa que desata otras formas de violencia: la violación de la justicia. Las prácticas injustas de cualquier tipo despiertan formas violentas. La cultura de la violencia alimenta la espiral de violencia. Esta cultura se nos cuela casi sin darnos cuenta, está presente en partidos, en debates parlamentarios, en programas de diversos medios, en cine, en redes sociales, en el deporte, en ambientes escolares, espacios de fiesta, y más… Y la violencia contra la mujer produce vértigo.
Esperanza activa frente a resignación
Pero en el corazón de la sociedad también sigue instalada la respuesta no violenta frente a las injusticias, los desmanes y los horrores. Tenemos en la memoria a las muchas organizaciones contra el cambio climático que van creciendo. También las múltiples manifestaciones por la vivienda (acampada incluida), luchas sindicales, de movimientos sociales, vecinales, lucha por una cultura de paz, personas defensoras de Derechos Humanos crecientes en el mundo a pesar de persecuciones, la cultura del cuidado que va emergiendo, el feminismo, el nacimiento de la Asamblea de Vivienda Digna de Vallecas, los esfuerzos incansables de la Cañada, las luchas por la Sanidad y la Educación Pública, contra el genocidio en Gaza, el no a la guerra, y la III Marcha Mundial por la Paz y la Noviolencia, presentada en la Feria del Libro de Vallecas, e iniciada el 2 de octubre en nuestro barrio y otros tantos fenómenos sociales, que son alternativos a la violencia como respuesta. Todo ello y más nos señala el camino. “La esperanza es camino, movimiento de búsqueda, activa y entusiasta. La esperanza tiene presente las negatividades de la vida. Y no aísla a las personas, sino que las vincula y reconcilia. El sujeto de la esperanza es el nosotros” (Byung-Chul Han).