Por Luis Carlos Ríos
Los cuentos para adultos y para niños empezaron siendo solo un puñado de exhalaciones y suspiros. La tradición oral, poco a poco, dio paso al texto escrito. Leerle un cuento a un niño antes de dormir es una reverberación de aquella forma antigua de narrar. En especial, cuando este, muy envalentonado, pide escuchar la misma historia narrada idéntica varias veces. Hermenegildo García (Valladolid, 1978) zanjó la cuestión sentándose un día a pasar a ordenador el mítico cuento. ‘Cuentitum y el gran partido’ (BABIDI-BÚ Libros, 2022) nace de esos días de escritura y de esas noches de cuentacuentos.
Niños o adultos, el texto, si tiene dibujos, entra mucho mejor. Para completar la dupla inquebrantable de arte pictórica y narrativa, la editorial contactó con Miguel Ángel Figueroa (Chiapas, 1996), también conocido como Mikeconcejas. A su cargo estuvo dar vida y colores a los protagonistas de Cuentitum. El resultado es un cuento brillante y un trasfondo ilustrado con vida propia. En él “viven todos los personajes de los cuentos de toda la vida y ahí llega un nuevo habitante, que es Peluchín, que al mismo tiempo es un oso de peluche que tiene mi hijo”, precisa Hermenegildo.
La curiosidad infantil fue el germen de la idea. Como recuerda el autor, “yo le contaba historias todas las noches. Le encantaba lo típico, que los amigos y la familia le van regalando cuentos y casi todos son un poco los cuentos de toda la vida. Que si ‘Pinocho’, ‘Blancanieves y los siete enanitos’… Y llega un momento ya en que se empieza a cansar de los cuentos así tan formales. Entonces empieza a decirme que por qué no le doy una vuelta, que por qué no los mezclo, que por qué no existe un cuento en el que estén los tres cerditos y a la vez esté Pinocho (…)” rememora.
En una terraza del Ensanche de Vallecas, su hogar, Hermenegildo nos cuenta cómo se imagina a su pequeño lector ideal. “Es un cuento donde el tema fundamental es que son las chicas las que dirigen un poco el cotarro. Las que mandan en un mundo de fútbol, que tradicionalmente es de chicos. Es un libro pensado un poco para que se vea que las chicas pueden hacer las mismas cosas que los chicos y que pueden estar jugando juntos. Me llama mucho la atención, mi hijo, con seis años, diciéndole a mi hija que tú no puedes jugar, que tú eres niña. ¿Y a ver? ¿Esto de dónde lo ha sacado?” señala.
Su pluma e ingenio llevan en el barrio más de 20 años, desde que llegó a Madrid. Se licenció en Física para luego adentrarse en el mundo de la docencia. Es profesor de Secundaria por vocación en un instituto de Madrid, donde imparte clases a chavales de entre 14 y 18 años. El trato cercano con la juventud sirvió también para familiarizarse con su mundo. Sobre el hecho de que Peluchín sea un recién llegado, comenta: “Visto desde el colegio, cuando llega septiembre, siempre hay algún alumno nuevo en el cole y siempre te inventas alguna actividad o algo para que el que acaba de llegar, se integre en la clase y empiecen a salir relaciones, y empiece la comunicación.”
Un doble objetivo
¿Con qué propósito se escribe un libro? En este caso tiene un fin conmemorativo y otro benéfico. “Cuando empecé con el libro, me sentía más que pagado con que el cuento a mi hijo le gustase. Con que tuviera un recuerdo el día de mañana de cuando éramos pequeñajos y tal” afirma.
A parte de ser un agradable recuerdo, es también un instrumento de difusión y aporte a una causa noble. “Los beneficios van para la asociación Los chicos de Allan (…) de niños que tienen una enfermedad rara, el Síndrome de Allan Herndon Dudley. La padecen 10 o 12 niños en España en este momento (…) El hijo de una compañera mía de colegio la padece”, señala el escritor. Este síndrome es una mal congénito ligado al cromosoma X, que causa mutaciones en una proteína tiroidea fundamental para el desarrollo cognitivo y muscular.
Del otro lado del atlántico, en los pinceles, estaba Miguel Ángel. Estudió Artes Visuales en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), para luego especializarse en grabado e ilustración. Afirma que es su segundo proyecto y “con el que más me sentí cómodo, porque fue en el que me dieron más libertad creativa”.
Estilo y toque original
“Fue una libertad enorme y pude jugar con todos los aspectos del cuento. También fue de los proyectos más laboriosos, por la cantidad de personajes. Además, cada uno tuve que adaptarlos a mi estilo y darles otro toque original (…) En los cuentos anteriores máximo había 5 personajes, y en este fueron varias ilustraciones donde podemos ver hasta 12 o 15 personajes. Eso fue lo que más se me hizo complicado”, recuerda.
Para reafirmar el carácter único de la obra, Mikeconcejas tiene un truco personal. “Me gusta agregarle detalles que puedan no ser tan llamativos a primera vista, pero que, si se buscan, se encuentran”, desvela, a través del teléfono. En efecto, en los cuadros abundan los guiños esperando ser encontrados, también conocidos como ‘easter eggs’. El ilustrador también agradece la oportunidad de “jugar con personajes que ya conocíamos. Como ver mi Pinocho, mi Blancanieves, mis Tres Cerditos…”.
Sobre el proceso creativo, el mexicano cuenta que ilustra un proyecto en aproximadamente tres meses. “La parte con la que siempre empiezo son los personajes, más que nada el personaje principal. (…) Hago un estudio de personaje, lo ilustro en varias expresiones y posiciones”, explica. De ahí, se pasa “del boceto, al negro y al color” en ese orden.
Los tonos elegidos para ‘Cuentitum’ componen una paleta de colores pasteles. “No hay casi ningún color fuerte, solo en cosas muy particulares, brillantes, o para llamar la atención” (…). Violetas y naranjas son colores que me dan mucha calma y la verdad los uso en todo”, asegura Miguel Ángel.
Los 200 ejemplares de Hermenegildo ya están vendidos, lo que es a todas luces un éxito. El proceso de promoción y difusión apenas empieza. No cabe duda de que su hijo tendrá un recuerdo para siempre. A la vez, la fundación Los chicos de Allan gana un aporte invaluable. Mikeconcejas está trabajando con la Editorial Rimpompante y BABIDI-BÚ Libros en otros proyectos infantiles y juveniles. Al igual que en los cuentos clásicos, todos parecen tener un final feliz.