Por David Muñoz Montero
Los comienzos de La Vallekana Sound System están marcados por la calle y el barrio. “Los vecinos fueron los que nos dieron el impulso para creer en nosotros mismos al principio”, recuerda Efraín, el cantante del grupo. Antes de los escenarios, sus primeras notas sonaron en plazas, bares y en el metro, donde entendieron que su música tenía un impacto real. “Empezamos tocando en el metro. Ahí es donde vimos el potencial real”, explica el vocalista. Aquellas actuaciones improvisadas se convirtieron en la semilla de una banda que ha crecido sin perder su esencia callejera.
Si algo define a esta formación es su capacidad para mezclar géneros sin artificios. Su sonido no sigue fórmulas preestablecidas, sino que fluye con naturalidad. “Hacemos una mezcla de rock, rap y flamenco, pero sin forzarlo. Sale de manera natural”, explica Manuel, su batería. Lejos de ser una combinación improvisada, su fusión nace del respeto por cada estilo y de la experiencia de sus integrantes en distintos mundos musicales. Para ellos, el flamenco no es solo un ritmo, sino una forma de sentir. “El flamenco hay que vivirlo. Es un género muy amplio, lleno de matices”, afirma Efraín, consciente de que su propuesta no es solo un experimento sonoro, sino una forma de expresión que bebe de sus propias raíces.
Gracias a esta mezcla, sin esperarlo, La Vallekana Sound System terminó siendo pionera en una fusión que, años después, marcaría la industria. “Yo todavía no estaba en la banda, pero fueron muy visionarios sin quererlo. Estaban fusionando el flamenco y la música urbana. Y son pioneros para mí, en ese sentido. Porque luego ha venido toda la ola de … Rosalía y todo lo que ha creado y todo lo que ha generado”, reflexiona Javi, bajista de la banda vallecana. Lo que para ellos surgió de manera espontánea, mezclando géneros sin etiquetas, más tarde se convertiría en una tendencia global, demostrando que la música de raíz y la experimentación pueden ir de la mano.
Sentir y matemática
Para Efraín, “la música es sentir y matemática. Sentir, para transmitir, y matemática, para que todo encaje y un equilibrio entre emoción y estructura”. Más allá de los géneros que fusionan, el alma del grupo está en esa conexión entre la pasión y la precisión, entre la improvisación y el trabajo detrás de cada canción. Sin embargo, su proceso creativo no sigue reglas fijas. “No tenemos un proceso claro. Cada uno aporta lo que puede, cuando puede. Es un proceso coral”, explica Manuel. Con siete integrantes y vidas cruzadas por el barrio, el trabajo en equipo es caótico, pero auténtico, y de ahí nace su sonido único.
Para La Vallekana, la música es más que arte: es resistencia y mensaje. Como dice Efraín: “La música llega de forma más directa que 20 panfletos llenos de terminología complicada.”