Por Pedro Lorenzo
Escrita por Josefina Aldecoa, esta historia sobre la educación en España en la etapa entre 1923 y 1936, forma parte de una trilogía autobiográfica que recoge su ideario pedagógico cercano a la Institución Libre de Enseñanza. La obra está basada en los relatos que su madre, también maestra al igual que su abuela, le transmitió de su recorrido por pueblos de la España rural y también de Guinea Ecuatorial. “Solo a través de la educación se puede transformar una sociedad“. Esta frase planea a lo largo de la obra, en unos tiempos convulsos social y políticamente. Refleja las dificultades y carencias de los recónditos pueblos perdidos, en los que la ignorancia, la pobreza, Ia Iglesia y el caciquismo convivían en el día a día. Aunque se van dando las pautas, desde 1923 a 1936 hay un mosaico de realidades, tantas como población de la época, según asegura Aurora Parrilla, su adaptadora, que señalan que “no es un relato desde la memoria histórica sino desde esta historia“.
La obra comienza con un prólogo que Julia Rubio enuncia desde el patio de butacas y le siguen cuatro actos y un epílogo. Es la historia de Gabriela, su madre, que fue profesora en la República y que está interpretada magistralmente por Julia Rubio, siendo Manuela Velasco quien representa a Josefina Aldecoa, que está siempre presente en el escenario como testigo o protagonista, con un papel sobresaliente.
Once intérpretes en un montaje coral sobre la pasión por la enseñanza de esta entusiasta pedagoga que creía que la educación habría de transformar España, y la decepción que sufrieron con la llegada de la derecha al poder 1933. Tras la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931 se dio un gran impulso a la escuela pública en el tiempo donde se crearon 9.620 escuelas y más de 6.000 plazas de docentes, casi duplicando el salario de estos.
Una recreación magníficamente representada por todo el elenco en una puesta en escena plástica de gran belleza visual con una escenografía de Pablo Chaves, muy versátil y artística, representando un aula desde todos los ángulos y espacios; la iluminación de David Picazo, siempre es luminosa; el vestuario muy acertado. En definitiva, una buena adaptación de Aurora Parrilla bajo la batuta de Laura Ortega, que hay que ver, sí o sí, de manera imprescindible.








