Por Elena del Fresno
Año 2020, vivíamos ajenos en nuestra vorágine diaria y de repente estalló una pandemia mundial, el virus de la covid-19, más conocido como coronavirus, sembraba olas de pánico entre toda la población del mundo. Vivimos confinados y los profesionales sanitarios luchaban como podían ante este gran desconocido que causaba miles y miles de muertes diarias. Teníamos miedo. No sabíamos que iba a pasar. Salíamos a los balcones a aplaudir.
La gente se inventaba 1.000 cosas que hacer en casa. Hubo mucha solidaridad. Decíamos que íbamos a salir más reforzados, mejores personas, pero ahora nos hemos vuelto más egoístas y parecemos haber olvidado todo esto.
Esta pandemia tuvo muchas consecuencias económicas, laborales, sociales y demográficas. Algunos sectores recibieron ayudas y beneficios para paliar un poco esta situación en forma de incentivos. Está claro que esta situación marcó un antes y un después. Cambió nuestra forma de relacionarnos. Se instalaron medidas protectoras para mantener la distancia y hasta hace muy poquito la mascarilla nos acompañaba en todos los centros sanitarios.
Pero hay un colectivo del que me gustaría remarcar las consecuencias que no solo han sufrido durante esta pandemia, sino que también les seguirán acompañando en sus vidas: los niños. Niños que comenzaban ilusionados el colegio y, de pronto, su adaptación se truncó; adolescentes con 1.000 cambios en sus cuerpos que se refugiaban detrás de las mascarillas para combatir su inseguridad; y mamás embarazadas dando a luz en medio de este caos con UCIS llenas de pacientes covid sin su acompañante, sin disfrutar su proceso, y sin poder compartir la alegría con la familia.
Esta crisis sanitaria ha influido e influirá en el desarrollo físico, psicológico y social, entre otros, de los niños. Por ejemplo, los niños y niñas nacidos durante la pandemia y los años siguientes son más propensos a coger catarros y virus de forma más fácil que los nacidos previamente. Además, son el vector de transmisión principal de los mismos, ya que es más difícil que mantengan los hábitos de higiene para prevenirlos. Esto es debido a que sus sistemas inmunes han estado más protegidos al principio (ya que llevábamos mascarilla) y menos expuestos a un simple catarro, por ejemplo. De ahí podemos ver actualmente como el VRS (Virus Sincitial Respiratorio) es más propenso a complicarse en este sector de población, por lo que sus defensas son más débiles para actuar ante cualquier virus que antes de la pandemia sería un simple catarro.
Desarrollo psicosocial
Otros niños y niñas han sufrido cambios en su carácter y su desarrollo psicosocial, ya que cuando justo estaban aprendiendo a relacionarse, esta forma de hacerlo tuvo que cambiar. Ahora hay niños y niñas que se retraen en las muestras de cariño incluso en círculos familiares y cercanos, o niños y niñas con retrasos en el habla, con carencias a nivel educativo… Para este tipo de consecuencias en la población infantil y adolescente no hay “ayudas”. No tenemos en cuenta que son nuestro futuro, que también se ha visto afectado por la pandemia. Necesitamos que se estudie acerca de esto y también se tomen medidas. Son nuestro futuro y necesitamos un relevo generacional con salud física y mental.