Plataforma Cívica de Apoyo a la Lucha por la Luz de Cañada Real Galiana
¡Qué doloroso resulta escribir el título que encabeza este artículo! ¡Cuánto dolor causa observar la terrible decadencia moral que amenaza a una buena parte de nuestros conciudadanos! Pero la realidad es que hoy está en grave peligro la base de nuestros principios morales, el respeto por la igual dignidad intrínseca de todas las personas y la consiguiente obligación de atender a los que están en una situación de mayor necesidad.
Siempre que una población no ha respetado ese principio, se ha producido su degradación moral. Primero, con la indiferencia ante el dolor ajeno. Después, culpabilizando a las propias personas en estado de necesidad. Y, finalmente, cosificando a esas personas. Da igual el grupo humano y el momento histórico en el que pensemos. El proceso es el mismo: personas con gran poder (político, económico, religioso…), a fin de satisfacer sus propios intereses bastardos, van vertiendo veneno ideológico que corrompe las mentes de una parte de la población, que termina viendo a otra parte con indiferencia, primero, con desprecio, después, y, finalmente, con odio. Las consecuencias últimas son de tal horror que cuando la población se despierta de la pesadilla no se reconoce en sus acciones y vuelve a gritar el nunca más.
Por desgracia, puede que hoy día no haya un termómetro que mida mejor la subida de la temperatura de la fiebre producida por la corrupción de nuestra sociedad que la reacción que existe ante la situación de necesidad que viven los habitantes de la Cañada Real. La de todos ellos, pero, claro, especialmente la de los niños y niñas, de ancianos y ancianas, de las personas con discapacidad o de las mujeres.
Todos sabemos o podemos fácilmente saber, si nos quitamos la venda que desde el poder político, económico y mediático nos están queriendo poner, el horror que están viviendo desde que les cortaron el suministro eléctrico hace casi tres años, con temperaturas tan extremas como las que padecimos con la tormenta Filomena o las que acabamos de sufrir este verano de infierno. Un sufrimiento físico y psicológico tan severo que en el informe ‘Sir[a]’ se califica de “entorno torturante”, resultado de elementos contextuales, condiciones y prácticas ejercidas por el poder político o con la aquiescencia o connivencia de sus representantes de modo intencional, con el fin de minar o doblegar la voluntad de las personas que ahí viven.
Indiferencia, desprecio u odio
Que el lector de este artículo piense en qué fase de la degradación moral vivimos, indiferencia, desprecio u odio. Pero, que, sobre todo, reaccione y actúe para parar esa decadencia, porque sabemos a qué niveles de perversión nos llevará si no lo hacemos. Si no lo paramos ya, el proceso de degradación será inevitable y también esta vez será demasiado tarde cuando queramos impedir que las horrendas consecuencias de la indiferencia, el desprecio o el odio propagado arrasen con todo: primero, con la vida de los habitantes de la Cañada Real; después con la de las personas de otros grupos sociales en situación de vulnerabilidad; y, finalmente, con la de todos.