Por Ignacio Marín (@ij_marin)
Hace tiempo que Ángela tiene miedo. Al principio, era preocupación, eran temores puntuales a una incertidumbre ligeramente tangible. Fue invadiendo su cuerpo, gangrenando su alma, haciendo de su humor, pesar. Su espíritu es ahora negro. Ángela es la chica derrotada por el miedo.
Las paredes de su casa del Ensanche de Vallecas también se han ido cubriendo de negro. Más bien de un gris oscuro moteado de negro. No es miedo, es moho. Pero genera miedo, un miedo que le golpea contundente, romo. Toda la casa huele a humedad, a yeso mojado. Ni cuando sale, ese olor abandona su pituitaria. Miedo y asco.
Últimamente, su niña anda siempre mala. No duda que es por culpa del maldito moho. Tose, tiene congestión, los ojos le lloran. En el centro de salud les mandan a urgencias. En urgencias les mandan al centro de salud. Siempre en la equidistancia del triaje. Miedo y desesperación.
En la inmobiliaria que le alquila el piso son amables, una amabilidad que jamás se concreta en soluciones. Ni para ella ni para ninguno de los vecinos de la escalera. Una lengua de moho negro se desparrama desde el décimo hasta el bajo. Miedo y desidia.
Ha pensado en irse. Ha pensado en coger a su niña y mandar todo a la mierda. Al moho, al centro de salud y a la inmobiliaria de las sonrisas. Pero no es tan fácil. Le quedan tres años de contrato de alquiler y para irse tendría que pagar una penalización a la que no puede hacer frente. Ni puede marcharse ni puede quedarse. Un callejón sin salida podrido de moho. Miedo y resignación.
En el Sindicato de Inquilinas se lo han explicado bien. Tras la inmobiliaria de las sonrisas hay un fondo buitre que ya ha comprado 3.000 viviendas que pertenecían a la Comunidad de Madrid. Aplica cláusulas abusivas, como el pago del IBI, las cuotas de la comunidad, la recogida de basuras o un seguro de impago, además de la penalización por abandonar la vivienda. En otras regiones las han declarado ilegales. Aquí no. Miedo y rabia.
Pero en el sindicato ha aprendido más cosas. Que si se juntan son más fuertes. Que pueden arrinconar a esas malditas inmobiliarias en los tribunales y ya no sonríen tanto. Que las huelgas de alquileres funcionan. Que tienen la sartén por el mango. Ángela ya no quiere quedarse en casa viendo cómo se ennegrece la pared y su alma. Ángela ya no quiere ser más la chica derrotada por el miedo. Miedo y esperanza. Una mezcla explosiva. Que se preparen.