Por Ignacio Marín (@ij_marin)
Las últimas semanas han sido especialmente productivas en lo que se refiere al tejido social de nuestro barrio. Por un lado, el pasado domingo 4 de febrero clausuramos Vallekas Negra, el festival de novela negra y social de Vallecas, que tengo el honor de coordinar.
Han sido más de dos semanas de actividad en las que hemos celebrado nueve presentaciones de libros, tres encuentros literarios, dos mesas redondas y otras actividades culturales y lúdicas, diseñadas por y para los vecinos.
Como era de esperar, Vallekas Negra ha tenido una excelente acogida por parte de los vecinos, que han llenado el Ateneo Republicano de Vallekas todos los días, demostrando, por un lado, el interés y necesidad de cultura de dos distritos con más de 350.000 vecinos, y por otro, la acuciante necesidad de actividades de ocio en un lugar absolutamente abandonado por las administraciones. Vallekas Negra volverá el año que viene, no solo porque es nuestro compromiso, sino también porque nuestro barrio así nos lo exige.
Nuestro barrio también exigió, el pasado 21 de enero, el cierre de una vez por todas de la maldita incineradora de Valdemingómez que tanto mal nos hace, no solo a nuestro barrio, sino a los 700.000 habitantes que tenemos la mala suerte de vivir en los 10 kilómetros de su entorno y somos discriminados simplemente por nuestro código postal. La marcha de nueve kilómetros por las hermosas afueras de Villa de Vallecas, fue de alegría y camaradería, como siempre lo son las relaciones cooperativas entre los vecinos. Lástima que esa ruta tuviese como destino la incineradora, que se levanta ufana en medio del campo como un auténtico monumento a la impunidad y al desprecio por los semejantes.
El alcalde Almeida, tras su imagen cercana y campechana, y todo su equipo continúan con su despiadada intención de alargar la vida de la incineradora todo lo que sea posible, desoyendo, una vez más, el clamor de los vecinos que la sufrimos a diario. Supongo que el simpático alcalde, dedicado a vender las bondades de desarrollos urbanísticos como el de Valdecarros, no insistirá demasiado en difundir que sus habitantes tendrán como vecina a la incineradora de Valdemingómez, masticando sus toxinas e inhalando sus emisiones cada día.
Otra lucha que parece eterna es la de la defensa de la sanidad pública. No podemos bajar la guardia, ya que la resignación de los ciudadanos es empleada por la Comunidad de Madrid para continuar mercantilizando y precarizando lo que pertenece a todos. El pasado jueves 1 de febrero se reunieron los vecinos para defender, esta vez, el Centro de Salud Vicente Soldevilla de Puente de Vallecas, en el que más de 5.000 personas no tienen médico asignado, existen siete plazas de médicos sin cubrir, en el turno de tarde solo hay un médico cuando tendría que haber nueve, y cada doctor tiene asignados 400 pacientes más de lo que debería.
En definitiva, en una ciudad en la que se desprecia de esta manera tan ostensible la cultura y la salud, en una ciudad donde se vanaglorian de tener un Gran Premio de Fórmula 1 diseñado para el enriquecimiento de unos pocos, en una ciudad que ya son dos por culpa de una brecha de desigualdad que crece sin parar, ya solo nos queda luchar y protestar. En esta ciudad, juntos somos más.
En una ciudad que ya son dos por culpa de una brecha de desigualdad que crece sin parar, ya solo nos queda luchar y protestar