Por José Luis García Heras
Cerca del Pozo del Tío Raimundo, el 12 de agosto de 1936 se produjo un hecho relacionado con la Guerra Civil conocido como el «tren de la muerte», tren procedente de Jaén, donde fueron fusiladas 191 personas, de las 240 que viajaban en él (93 y 245, según otras fuentes), escoltados por 50 guardias civiles. En el convoy viajaba el obispo de Jaén, Manuel Basulto, junto a su hermana Teresa, la única mujer de la expedición. Ambos fueron fusilados Todos ellos procedían de las cárceles republicanas andaluzas con destino a la cárcel de Alcalá de Henares. El tren se dirigía hacia Santa Catalina y un grupo de milicianos hizo que la locomotora se parara y se estacionara junto a la llamada Casilla doble, frente a la cual se produjeron los hechos.
El tren se puso nuevamente en marcha con los supervivientes «y nos condujeron hasta un punto que se llama Entrevías y, ya a pie, nos llevaron al Ateneo Libertario del Puente de Vallecas (Emilio Ortuño, 13) a todos los supervivientes, pasando […] más tarde a la Dirección General de Seguridad y después a la Cárcel Modelo de Madrid» (Andrés Portillo Ruiz, uno de los supervivientes).
La acción tuvo consecuencias internacionales: la documentación diplomática ha revelado que, al día siguiente […], los embajadores extranjeros comunicaron al Gobierno republicano que admitirían en sus sedes diplomáticas a ciudadanos españoles», (‘El tren de la muerte’, Santiago Mata).
Urbanización del barrio de Entrevías
Antes de la contienda, el Ayuntamiento había iniciado un trazado urbanístico relativamente correcto: calles de 10 metros de anchura y manzanas de 20 metros de profundidad y de gran longitud, [que] respondía a la ordenanza de pequeños chalets que se había pensado construir.
«Antes de 1936 ya existía un pequeño núcleo urbano, llamado actualmente Entrevías Viejo, que disponía de una serie de calles con sus pavimentaciones, aunque rudimentarias, de carbonilla unas y de macadán otras, así como de líneas de alcantarillado y agua en algunas de ellas. La edificación era de hotelitos modestos, pero de categoría superior a los de las barriadas inmediatas, situadas al otro lado de la vía del ferrocarril».
Los servicios urbanísticos fueron los mínimos: calles sin pavimentar, una somera red de saneamientos y una acometida general de agua a una fuente pública. La red eléctrica se completó por la iniciativa privada.
La Guerra Civil destrozó este núcleo, pero el trazado se mantuvo
«Por haber sido destruido en su casi totalidad durante la Guerra (…), al terminarse esta y ser redactado el Plan de Ordenación Urbana de Madrid, debido a su situación alejada y difícil acceso, fue declarada zona verde y se pensó en la posibilidad de emplazar en esta zona la futura necrópolis de Madrid, y por tanto, sólo se permitía la reconstrucción de aquellos viejos edificios que estuviesen destruidos, [aunque finalmente] se construyeron la mayoría de las fincas y se elevaron algunas nuevas».
Los párrafos anteriores proceden de un artículo titulado ‘Barrio de Entrevías’, que se publicó en la revista ‘Arquitectura (CAM)’ en octubre de 1963.
Fuente:unvallecano.blogspot.com.








