Por Ignacio Marín (@ij_marin)
1. Libertad, para que todos podamos elegir. 2. Desarrollo económico, para reducir gasto innecesario e impulsar la economía. 3. Sanidad y servicios sociales, para reforzar la sanidad pública y los servicios sociales. 4. Señas de identidad para defender y recuperar nuestras señas de identidad. 5. Apoyo a las familias, para fomentar la natalidad, seguridad y promoción de las familias.
Este es el acuerdo firmado entre el PP y Vox para formar gobierno en la Comunitat Valenciana. Un listado de obviedades y perogrulladas, generoso en el abuso de reiteraciones y pleonasmos. Palabras mudas, frases huecas. Tras él, más obviedades que, por no estar escritas, no iban a ser menos evidentes. Por ejemplo, la nueva presidenta de las Cortes Valencianas, Llanos Massó, hace gala de una ideología ultracatólica y antiabortista que contrasta con el clima de derechos vivido en la región en los últimos años. O su homólogo en Baleares, también aupado por el PP y Vox, es capaz de escribir lindezas como que “las mujeres son más beligerantes, porque carecen de pene”, negar el cambio climático o asegurar que los inmigrantes vienen a “sustituirnos”. Tan gravosas son sus palabras como creer que esto no iba a ocurrir. Creer que el PP no iba a echar mano de lo que hiciera falta para ocupar el poder. Aunque suponga retroceder décadas en materia de derechos sociales. Aunque suponga generar sufrimiento a nuestros semejantes con una ideología reaccionaria y criminal.
Más ejemplos. En la localidad valenciana de Náquera, tras el pacto de PP y Vox, han prohibido izar la bandera LGTBI en cualquier dependencia municipal y han acordado sustituir las concentraciones de “No a la violencia machista” por “No a la violencia” o “Condenamos toda violencia”. Los naqueranos consecuentes ya han comenzado a llenar los balcones del pueblo de arcoíris.
El problema es que llevamos años dejándonos llevar por un clima político en el que manda el estruendo del silencio de las palabras. Palabras vacías que esconden toneladas de odio y aporofobia. Ya nos ocurrió con la campaña del 4M de 2021. Vencieron solo ocho letras. Libertad. Ocho letras que resultaron significar la destrucción de los servicios públicos y horadar la brecha de desigualdad. Pues, consciente o no, la mayoría de los madrileños han decidido revalidar esas ocho letras cuatro años más.
El peligro del silencio de las palabras es preferir ese clamor sordo al grito de la calle. A las necesidades tangibles de los que nos rodean. Preferir mirar hacia otro lado mientras el prójimo sufre. Lo que ya escapa a mi comprensión es si esa sordera es intencionada o provocada por los altos volúmenes de odio y manipulación que nos atronan a diario.
Esta situación puede llevarnos a una afonía arrastrada por el desánimo y la frustración. Sería comprensible, pero terrible. Porque entonces, no estaremos acallados, estaremos mudos ante las tropelías que nos esperan. Porque entonces no nos quedará otra que enfrentarnos al reinado del silencio. No se lo pongamos tan fácil.