Por Jesús López
En Vallecas, entre canastas y cañas de pescar, creció Álvaro Nogueira Baudet, un joven que, con paciencia, esfuerzo y pasión, ha llevado el nombre del barrio hasta lo más alto. Tiene 19 años, estudia Magisterio en la Complutense, juega y entrena a equipos de baloncesto en su barrio… y este verano se proclamó campeón del mundo de pesca en Mérida, junto a la selección española. Un logro que no solo habla de él, sino de una forma de entender la vida: la constancia, la comunidad y las raíces.
En esta entrevista realizada en el Ensanche de Vallecas, donde ha crecido, habla de su trayectoria y sus aficiones, y de lo que significa para un chaval del barrio poder decir que ya es campeón del mundo.
Pregunta: ¿Quién es Álvaro Nogueira?
Respuesta: Nací de junio de 2006. A los pocos meses, mis padres se mudaron al Ensanche de Vallecas. Mis abuelos maternos vivieron muchos años en Entrevías y eso también forma parte de mis raíces. Fui al colegio Agustín Rodríguez Sahagún, donde empecé con otra de mis aficiones además de la pesca: el baloncesto. Juego en el club Ensanche de Vallecas, donde sigo entrenando y también entreno a niños y niñas. Después, estudié Secundaria en el Instituto María Rodrigo, curse allí también Bachillerato y ahora estoy en la Universidad Complutense estudiando Magisterio.
P: ¿Qué sentiste en el momento en que supisteis que ya eráis campeones?
R: Estábamos todos los países pendientes, porque si pasábamos de 12 kilos nos llevábamos el Mundial. Cuando vimos que el peso superaba esa cifra, fue una locura. Nos abrazamos, gritamos, y hasta nos tiramos al río. Fue un momento de muchísima alegría y emoción, imposible de olvidar.
P: Para quien no lo conozca, ¿cómo es una competición de pesca?
R: Lo primero es que se sortean los puestos. Una vez sabes dónde te toca, tienes casi dos horas para montar todo lo que necesites. Luego suena la bocina y tienes 10 minutos para cebar el puesto, para atraer a los peces. Y después comienza lo bueno: cuatro horas de competición en las que intentas sacar el máximo peso posible. Al final se pesan los peces uno a uno y se van dando puntos. En el Mundial competimos por equipos: cada pescador va a una zona distinta y, después, se suman todos los puntos. El equipo con más puntos es el que gana.
P: ¿De dónde viene tu afición por este deporte tan especial?
R: La afición me viene de familia. Mis bisabuelos por parte de padre se la transmitieron a mi abuela, y ella a mi padre. Cuando yo nací, mi padre ya no pescaba, pero de pequeño me llevaba a ver a sus amigos y eso me fue enganchando. Al final acabó siendo parte de mí.
P: Además de pescar, sigues con el baloncesto. ¿Cómo combinas esas dos pasiones?
R: El baloncesto me ha enseñado muchas cosas que aplico también a la pesca: el esfuerzo, la disciplina y el trabajo en equipo. Siempre he estado haciendo deporte, porque mis padres me lo inculcaron desde pequeño y, además, creo que, si es de equipo, mejor. Entreno a chavales en el club y les digo lo mismo: el deporte no es solo salud, también son amigos, experiencias y, quién sabe, incluso tu futuro.
P: ¿Cuál es el objetivo para la temporada que arranca?
R: Siempre es el mismo: mantenernos en Primera División nacional en el Campeonato de España. Una vez que lo consigamos, daremos el 100% para lograr lo máximo posible.
P: ¿Dónde será el próximo Mundial?
R: Se celebrará en Francia, en agosto. Aún no se sabe la localidad exacta, pero ya tenemos ganas de vivirlo.
P: Más allá de los títulos, ¿qué mensaje te gustaría dar a otros chavales?
R: Que se animen a hacer deporte, el que sea. Que se comprometan, que disfruten y que lo vivan en comunidad. Al final, las alegrías llegan gracias al esfuerzo compartido, como nos pasó a nosotros en el Mundial.

El Mundial de Mérida, celebrado en la segunda semana de agosto, fue mucho más que una competición. Para Álvaro y su equipo, significó el premio a años de sacrificio, entrenamientos y confianza mutua. Y para Vallecas, el orgullo de ver a uno de los suyos triunfar en el escenario más grande.
Con 19 años, Álvaro no solo representa la ilusión de una generación, sino también la prueba de que, con raíces firmes, esfuerzo constante y pasión compartida, cualquier sueño se puede pescar.








