Por Javier Baeza
El pasado 18 de febrero, Abdelkader, un joven refugiado de 29 años era encontrado muerto, en la calle, justo detrás del albergue de donde había sido expulsado. Sin conocer aun las causas, lo cierto es que fue un joven que salió de su Argelia natal buscando vivir en libertad. Libertad que fue conculcada sucesivamente por la expulsión del país de residencia, por la finalización del programa de acogida internacional y por el caso omiso que hicieron diversas instituciones ante sus llamadas de atención y socorro. Un joven más que se suman a tantísimo otros que malviven en chabolas alrededor del albergue o en muchas de las calles de esta ciudad -supuestamente- acogedora y solvente…
La muerte de Manimo -así le gustaba ser reconocido- es una interpelación a toda la ciudadanía. Y muy especialmente a los responsables de las distintas Administraciones públicas. Una quincena de vecinas y vecinos hemos rendido el 19 de febrero un homenaje póstumo en el lugar donde vivió y murió, en el Camino del Pozo del Tío Raimundo, frente al Camino de Hormigueras.