ROBERTO BLANCO TOMÁS.
Fausto Ansaldi es pedagogo teatral, e imparte desde hace seis años un taller de clown en el Centro Cultural Paco Rabal. Como no es habitual encontrar un taller de estas características, nos hemos acercado al centro para que, antes de una de sus sesiones, nos lo cuente más en detalle.
¿Qué es el clown?
Significa “payaso” en inglés. Pero algunos preferimos usar la palabra “clown” porque a menudo payaso pareciera estar asociado solamente a lo infantil o al circo, y en realidad es mucho más que eso. Otros incluso usan la palabra peyorativamente: “eres un payaso”… Ante eso yo respondo: “¡se agradece!”. Es que el clown es un lugar hermoso y liberador. Atesoro y soy un gran defensor de eso. Pero me lleva años despejarles a mis alumnos tales estereotipos y revelarles lo que es exactamente un clown. Para definirlo rápidamente, diría que es un personaje basado en uno mismo, que se construye mediante un procedimiento en el cual investigamos nuestra personalidad, para descubrimos y dejar salir nuestro verdadero yo. Por otra parte, ese procedimiento nos lleva a una técnica, que a la vez acaba siendo un género teatral. Entonces el clown es todo eso: procedimiento, técnica, genero… y más: ¡es una forma de vida!
¿Por qué te decides por esta técnica?
Bueno, en mi caso no fue muy premeditado, es algo que tuve a mano desde pequeño. Vengo de familia de payasos, y desde niño fui descubriendo este arte directamente en el escenario, a tiempo real. Digamos que aprendí a ser clown viendo a mi padre… ¡como aprenden los monos! Luego ya me especialicé y estudié la carrera de pedagogía teatral. Pero creo que fue en la búsqueda de mi propio clown cuando descubrí mi pasión por esto. ¡Es un viaje maravilloso hacia uno mismo! Porque generalmente en la actuación nos enseñan a construir un personaje desde fuera, pero en el clown es todo lo contrario: trabajas buscando tu parte más auténtica. A partir de ahí va saliendo tu personaje, tu clown.
Entonces aquí no sabes qué personaje te va a salir, al contrario del teatro convencional, donde si tienes que hacer un Hamlet ya tienes una idea de cómo es…
Sí que lo sabes, porque ese personaje eres nada menos que tú mismo: ¡es el personaje que vienes representando toda tu vida! Lo que pasa es que lamentablemente uno va deformando su auténtica personalidad, revistiéndola de posturas y adquiriendo poses que nos dicta la sociedad, y eso nos aleja de nosotros mismos… Es por eso que en medio del proceso clown muchas veces nos sorprende descubrir “¡ah, yo era éste!”, y ése es un instante mágico, de absoluta libertad.
¿Es siempre positivo el descubrimiento?
Depende de la pedagogía. La mía es muy desde lo lúdico y el placer expresivo. Además trabajamos con una materia prima de lujo: la risa, que nos conecta directamente con algo placentero.
Háblanos del taller…
Fui convocado hace seis años para arrancar un taller de clown aquí, en el Centro Cultural Paco Rabal. Este centro depende de la Oficina de Cultura y Turismo de la CAM, y decidieron dar prioridad a las artes escénicas con talleres de teatro para adultos y niños. Pero el centro quiso ir más allá, dar más, y apostó por crear un taller de clown, algo inédito. Porque es muy común encontrar talleres de teatro en centros culturales, pero no de clown, algo más específico. Seis años después podemos decir que fue un éxito: aquel primer año acabaron cinco alumnos, y hoy son casi veinte.
¿Cómo fueron esos inicios?
Bueno, yo ya venía trabajado con cursos y talleres en otros lugares y con todo tipo de alumnos, con actores profesionales, con adolescentes, con niños… Entonces ya traía un programa armado. Pero aquí sucedió algo especial: desde el primer año se formó un grupo con mucha identidad. Aquel grupo se hizo compañía y tuvo un nombre: la Tropa Clown… Esa Tropa Clown año a año fue creciendo y realizó distintos espectáculos: Tropa Clown al ataque de risa, Tropa Clown marchando en des-orden, Tropa Clown hasta el de-moño, La Tropa Clown se pone divina y La Tropa Clown en el mundo cochino… [En ese momento entran en tropel los alumnos, que nos toman un poco el pelo a modo de saludo]. Bienvenidos… ¡Han llegado los clowns con nariz resplandeciente!
¿Cómo ha sido la evolución del grupo a lo largo de estos años?
Siempre llegan alumnos nuevos y se genera una especie de osmosis entre aquel alumno de hace seis años y el que acaba de empezar hace unos meses; se va pasando el conocimiento entre ellos. Yo fomento eso, porque me gusta verme como una especie de puente conector entre el clown y mis alumnos. Cuanto menos artificioso sea yo, más natural resulta el proceso.
¿En qué momento estáis ahora?
Estamos en el Big Bang, el momento donde acaban de nacer los personajes de los nuevos alumnos. Es un ritual muy importante que suelo hacer hacia mitad de año, una especie de “bautizo” con símbolos propios. Allí los flamantes clowns reciben su nariz, se la ponen por primera vez, se ven en el espejo y respiran el oxígeno clown. Les doy también un “ADN”, como le llamo yo. Es una especie de “código genético” que yo descifro a partir de lo que voy observando de cada alumno en las clases. Un punto de partida desde donde ellos pueden encontrar su propio clown.
¿Y a partir de ahora?
A partir de ahora los sacrifico uno a uno, los voy tirando por la ventana [risas]… No, ahora la idea es montar un nuevo espectáculo para junio. Todo el material surgirá del grupo y del universo de cada uno de los clowns: cada uno tiene su personaje con un corazón y una poética determinada, entre todos construirán su propia obra original.
¿Perspectivas para el futuro?
Queremos conquistar cuatro países de Europa del Este y tres de Oriente [risas]… Seguir creciendo. Como pedagogo me honro con cada nariz roja que entrego, y me lleno de orgullo al ver que cada vez son más. Ojalá hubiese una marea de narices rojas: seguramente todo andaría mejor, no como utopía, sino que simplemente la gente estaría más libre, más expresiva y se reiría más.
¿Quieres enviar algún mensaje a nuestros lectores?
Les abro la puerta al universo clown, los invito a que se unan a este taller del C.C. Paco Rabal. Aquí lo que hacemos es dar herramientas para que todos, fontanero, político, maestra, notario… puedan descubrir su clown, el que todos llevamos dentro. ¡Os invito! Cualquiera puede entrar, aunque no os aseguro que vayáis a poder salir.
Fotos: Vanessa Agustín