Vallecas regenerativa

Algunos de los bancales del Huerto Utopía. Foto: D. Iraberri

Por Dani Iraberri, de Suelo Completo Lab

¿Cómo será el barrio en 10 años? Imagina que, al hacer la compra, tuvieras un escáner con el que ver la nutrición de tu comida. Cuánto calcio, vitaminas, fitoquímicos tiene un tomate. ¿Qué encontrarías?

Dan Kittredge acaba de publicar en ‘Nature’ un dispositivo que hace justo esto. Con él en la mano, una hoja de espinaca del mercado y otra cultivada en un suelo vivo (con un microbioma funcional, sin fertilizantes y sin labrar) veríamos que quizá necesitamos comer una hoja de espinaca de la tienda, cada día, todos los días del año, para obtener la nutrición que nos da una sola hoja de espinaca regenerativa.

Lo llaman “hambre oculta”, una paradójica desnutrición hipercalórica de la que cada vez vamos a oír hablar más. Hoy necesitamos el doble de calorías que hace 40 años para obtener una nutrición peor. Si tu comida no come bien, tú no puedes comer bien. Si un tomate sabe a agua, es más agua que tomate. Y esto no es sólo, que también, una cuestión de sabor: obesidad infantil disparada, enfermedades crónicas multiplicándose, problemas de fertilidad…

¿Por qué no come bien nuestra comida? Estamos caminando sobre la respuesta: en los últimos 40 años, desde que arrancó la revolución agrícola de Monsanto (hoy Bayer), hemos destruido ya un tercio de nuestros suelos fértiles.

La solución se llama agricultura regenerativa y ya ha empezado a cambiar el mundo. Si en España perdemos, de media, 20 toneladas de suelo fértil por hectárea al año debido a unas prácticas agronómicas obsoletas que condenan al campo a malvivir de subvenciones, en los suelos donde se está practicando la agricultura regenerativa se capturan hasta 40. Y ello reduciendo gastos, recuperando la biodiversidad y con el potencial no de reducir, sino de revertir el calentamiento global, según las proyecciones, en un plazo de 2 o 3 años. ¿Y si la solución al calentamiento global pasa por comer mucho mejor y mucho más barato?

Si la Tierra fuese una manzana, el suelo sería una piel aún más fina. Esa fina piel, ese primer palmo de suelo, es el espacio con más biodiversidad del planeta. En un metro cúbico de suelo hay tantos hongos como para dar dos veces la vuelta a la Tierra. He podido analizar suelos con 40 kilogramos de bacterias por metro. Y todo depende de esa fina piel: la lluvia, la atmósfera, la temperatura y los nutrientes. La apabullante danza de la biosfera.

Revolución productiva

La de la agricultura regenerativa, esta que pone la microbiología de suelo en el centro, es la revolución científica y productiva más decisiva de los próximos años, la que va a determinar nuestro futuro personal, colectivo y como especie. Estamos condenados a elegir entre desierto o abundancia.

Por eso es tan emocionante que sea en Vallecas donde un conjunto de vecinas está impulsando uno de los primeros huertos regenerativos de España, experimentando maneras de cultivar que ponen el foco en esa fina piel que distingue un planeta como la Tierra de un planeta como Marte.

Tenía que ser en Vallecas. Y el huerto, por supuesto, tenía que llamarse Utopía.

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