Por Pedro Lorenzo
‘El padre’, de Florián Zeller, obtuvo el Premio Molière a la mejor obra teatral en 2014. Forma parte de una trilogía junto a ‘La madre’ y ‘El hijo’. Fue presentada en 2016 en el Teatro Romea, protagonizada por Héctor Alterio y dirigida por José Carlos Plaza, y tiene el reconocimiento de las localidades donde ha recalado. Este actual montaje está protagonizado por un imponente José María Pou, director del Teatro Romea, a quien le ofrecieron ya el papel hace 10 años y lo rechazó al considerar no encontrarse aún con la edad necesaria para afrontarlo. Se estrenó el 10 de enero en el Teatro Arriaga de Bilbao, donde inició una gira por la cornisa cantábrica con llenos absolutos en todas las funciones, al igual que ahora en el Teatro Bellas Artes de Madrid.
‘El padre’ habla del viaje hacia el olvido de un señor mayor que está perdiendo sus facultades, que está yéndose de este mundo. Un hombre culto y obstinado que se niega a ser ayudado por su hija y por su entorno, dudando de ellos y desconfiando de todos e infiriéndoles un trato vejatorio permanentemente. Un hombre acostumbrado a mandar que se resiste a ser mandado, de carácter arrogante y terco. “Alguien me está robando cosas del cerebro”, dice en uno de los diálogos.
En un escenario diáfano, una caja gris que se va desvaneciendo como la memoria, se van sucediendo situaciones reales e imaginarias, que confunden no solo a un olvidadizo Andrés, sino a todo un público. La ficción y lo real se mezclan en un ‘flick back’ que, con lenguaje cinematográfico, transita del ‘thriller’ a la comedia o al drama, de lo real a lo imaginario.
Se repiten las escenas con diferentes matices y frases análogas y, a medida que transcurre la función, el público se implica en la conformación del puzle. Hay silencios, pero al tiempo hay un ritmo sin tregua, sin pausa.
Al final la solución es la previsible, la única salida a una dura situación que permita vivir a quienes están cerca de esas personas vulnerables y dependientes.
Un elenco muy potente, encabezado por un animal de escena con casi 60 años de oficio a sus espaldas, acostumbrado a los grandes personajes como demostró magistralmente con ‘Cicerón’, ‘Rey Lear’, ‘Moby Dick’ o ‘Falstaff’. Impecable su hija Ana (Cecilia Solaguren), con un protagonismo permanente y resignado al sufrimiento y humillación a la que la somete el déspota de su padre. A continuación, el resto, el veterano Jorge Kent, el autor teatral Alberto Iglesias y las actrices Elvira Cuadrapini y Lara Grube, igualmente correctos.
Una iluminación a destacar, la de Ignasi Camprodón, que delimita las escenas con un color que se desvanece como se diluye el terrón de azúcar en un café caliente y resalta la escenografía de Paco Azorín.
La puesta en escena es atrevida desde la sencillez y compleja en su forma. Un montaje naturalista y realista el de Josep María Mestres y una dramaturgia de enjundia que, a pesar de lo que abordan, se dejan observar con atención y curiosidad. ¡Difícil de olvidar! Recomendable.