Por Pedro Lorenzo
Un texto delicado y tierno en clave de comedia dramática que muestra a una profesora, América Alcalá, a punto de jubilarse, y a un pescadero, Ortiz, que para ayudar a su hija Daniela, una estudiante difícil, acude a siete tutorías en las que ambos se van conociendo y aceptando, a pesar de su diferente edad, conocimientos, sensibilidad, diferente clase social o intereses.
Plantea la obra preguntas ciertas sobre los límites y el papel que la educación tiene en las familias, el miedo a la soledad y la necesidad de la socialización en una sociedad cada vez más individualista y aislada, y sus roles casi inamovibles.
Un combate dialéctico maravilloso, con reproches y matices entre una Isabel Ordaz muy intimista, sentida, precisa y divertida, y Marcial Álvarez, natural, áspero y soberbio en su réplica. Dos personajes muy bien dibujados en el texto y bien dirigidos por Carla Nyman, en su primera gran dirección, con mucho acierto. Es destacable también la iluminación de José Manuel Guerra.
Una puesta en escena vital y prodigiosa para dos representantes del teatro con muchas tablas. Una obra absolutamente recomendable, didáctica y divertida, con cuadros diferenciados y música en un despacho escolar austero, que nos lleva a la situación como flotando en un placentero sueño. En definitiva, ¡una maravilla que hay que ver!