Por Pedro Lorenzo
“Nunca confíes en una mujer que dice su edad. Es incapaz de guardar un secreto”. Así reza en una de las hilarantes citas de esta comedia de enredo clásica, ácida y escandalosa de Oscar Wilde: ‘El abanico de lady Windermere’. Una familia puritana en el final de la época victoriana que hace una “pequeña fiesta”, tan solo 100 personas, donde la hipocresía y el puritanismo unidos a una falsa moral, provoca situaciones cómicas a la par que absurdas. Nada es lo que parece, y desmadejar el enredo de los ocho personajes no es sencillo ni previsible.
Una ingeniosa trama de Oscar Wilde, prolífico autor a pesar de su corta vida (murió con 46 años de edad), y que tuvo un tormentoso final con su juicio “Gross indecency”, que le llevó a dar con sus huesos en la cárcel. Terminó sus días como indigente en Paris sin poder publicar sus obras. Veinte años más tarde, sus libros serían los más leídos en el Reino Unido después de Shakespeare. Justicia poética.
Este juicio se considera el primer juicio mediático y el inicio de la prensa amarilla. A raíz de entonces se instaló no solo en Inglaterra sino en el resto de Europa, una moral más conservadora. Se puede ver acerca de ese juicio la película ‘Gross indecency’ de 1960, o la magnífica versión teatral homónima subtitulada ‘Los tres juicios de Oscar Wilde’, con texto de Moisés Kaufman y dirección de Gabriel Olivares, que se representó en el Teatro Fernán Gómez en el otoño de 2017. Un auténtico drama.
‘El abanico de Lady Windermere’ (1892) fue su primera obra teatral. La escribió solo un año después de publicar su única novela y su mayor éxito: ‘El retrato de Dorian Grey’. Tras otras dos obras teatrales, escribió ‘La importancia de llamarse Ernesto’, de gran éxito, también puesta en pie por la compañía Paso Azorín, de este prolijo director Ramón Paso Jardiel, (nieto de Alfonso Paso y bisnieto de Enrique Jardiel Poncela), que tiene cuatro obras suyas y/o dirigidas por él, en Madrid actualmente en cartel.
Irreverente y muy musical
Es esta versión moderna de ‘El abanico’ una obra atrevida, irreverente y muy musical, (bailan hasta el twist, no digo más). No hay ningún parón en el ritmo, muy dinámico, que recuerda al vodevil de Jardiel. También es muy cómica, sobre todo en las interpretaciones de Ana Azorín, como la duquesa de Berwick, o Ángela Peirat, como Molly. El elenco al completo está fenomenal. La escenografía nos acerca a la época de casas suntuosas que dan mucho juego, junto a la magnífica iluminación. A pesar de haberse estrenado en 1892 y en España en 1920, resiste el paso del tiempo, y en esta puesta en escena de Ramón Paso pasa aún más desapercibido.
Una obra recomendable por la imaginación del autor irlandés, por su buena adaptación y estupenda puesta en escena. Recomendable.