Por Antonio Osuna
El nuevo año ya está presente. Algunos seguro que han empezado con los típicos propósitos: dejar de fumar, hacer deporte, cambiar de trabajo, volver a estudiar o viajar más. En definitiva, abandonar la vida que tanto aman y en la que tanto se regodean para vivir la de otra persona que admiran y a la que se quieren parecer. Y no estoy en contra, yo también tengo mis objetivos para el 2022. Pero eso sí, dentro de las lógicas. Que cambiamos de año, no de vida. De un día a otro la percha es la misma, nos guste o no.
Una de las cosas que voy a echar de menos de este 2021 es el alumbrado navideño y más concretamente el que adorna el texto. Creo, que es la primera vez que veo luces en Entrevías. En otras zonas de Vallecas sí, como la Albufera, por ejemplo, pero ¿en Entrevías? Puede que me esté equivocando… Pero si no es así, ¿podría este ser el comienzo de una rutina? Si fue el propósito del año pasado de alguien me parece genial y fue un acierto. Pero la pena llega ahora, en estos días, cuando pasan los Reyes todas esas luces desaparecen y volverán a criar polvo durante todo el año. Es como un propósito a medio cumplir, como una promesa vaga. Algo que sabes que dura poco y te comprometes porque es pasajero.
Va a ser triste pasar y ver esas luces apagadas, la recogida y el vacío que más tarde dejarán, del mismo modo que las tiendas con sus luces, los árboles, las figuras colgadas de los balcones. Todo esto genera una nostalgia visual muy puntual. El primer día parece triste, pero el primer día que las pusieron parecía que el mundo estaba demasiado alegre y el golpe fue el mismo, pero con el lado reverso.
En definitiva. Somos animales de costumbres, pero más de “malas costumbres”. Solamente deseo que todos esos objetivos y propósitos se vayan cumpliendo, pero al menos, por favor, no tengáis propósitos como las luces de navidad, pasajeros. Tener propósitos duraderos, al menos como el Papá Noel de mi vecino que lleva cuatro inviernos en el mismo lugar.