Por Isabel Rangel, enfermera del CS José María Llanos
Durante los últimos meses, los temas de conversación en materia sanitaria giran fundamentalmente en torno a la Covid. La infección por coronavirus y sus consecuencias devastadoras nos han impactado de lleno. Hemos aprendido a familiarizarnos con términos como incidencia acumulada, rastreadores o confinamiento, entre otros.
También se viene debatiendo sobre los cambios que esta pandemia ha provocado en los distintos grupos poblacionales: mayores, jóvenes, niños, trabajadores, profesionales de la salud…De ellos me gustaría hablar. Concretamente de los nuevos profesionales de la salud.
Tanto en el año 2020 como en el 2021 han completado su período formativo muchos sanitarios a los que les ha tocado madurar humana y profesionalmente a un ritmo frenético. Vallecas y los vallecanos han sido testigos privilegiados de ello.
Muchos médicos y enfermeras recién graduados o finalizando su residencia para obtener una especialidad (por la que tanto han luchado) se veían inmersos en el caos organizativo y asistencial más grande que ha sufrido el sistema sanitario. Pero, lejos de amilanarse, supieron poner a disposición de la sociedad su talento, su extensa formación y su entusiasmo.
La mayoría de ellos no llega a los 30 años de edad. Sin embargo, su juventud es un valor añadido para nuestro colectivo y para el barrio, y han convertido este desafío en un impulso transformador.
Calidad asistencial y humana
Compañeros como Marina, Rocío, María, Toñi, Irene, Itziar o Víctor han aportado al Centro de Salud José María Llanos una calidad asistencial y humana que dignifica este oficio. Su implicación, sus sonrisas y sus palabras de ánimo a compañeros y pacientes, sus ideas para mejorar, su voluntad de trabajo en equipo o sus silencios respetuosos ponen de manifiesto que estamos ante una generación de ‘batas blancas’ valiosísima.
Estaría bien que los poderes públicos y los ciudadanos fuéramos capaces de aprovechar esta oportunidad para cambiar nuestro ojo crítico por una mirada de admiración hacia unos muchachos y muchachas que se han ganado con creces nuestro reconocimiento.
Han llegado hasta aquí sumando interminables horas de estudio, perdiéndose reuniones familiares y rechazando muchos planes de ocio para centrarse en sus sueños. Y al acabar se encuentran con un mercado laboral en el que la estabilidad es muy difícil de conseguir: contratos precarios, guardias pagadas a un precio insignificante, ausencia de vacaciones, lugares de residencia caros y alejados de las familias, necesidad permanente de formación, etc…
Estas circunstancias adversas, si no las corregimos cuanto antes, derivarán en desmotivación y falta de ilusión. Por desgracia, cada vez con más frecuencia, leemos noticias que hablan de éxodo de jóvenes que deciden emigrar en busca de alternativas a sus condiciones de trabajo actuales.
Ojalá estemos a tiempo de conseguirles un futuro más prometedor. Mejorando ellos, ganaremos todos.