Por Juan Sin Credo
Podría haber emprendido un artículo sobre la política útil municipal, aquella que debe tener presente los problemas más acuciantes de los vecinos. Es bochornoso, por ejemplo, ver cómo la degradación de la limpieza de las calles vallecanas se enquista en una permanente realidad o cómo se sufre la inseguridad ante las prácticas delictivas de sectores de la población que han normalizado sus actuaciones incívicas desde la más absoluta impunidad. También había sondeado bucear en el monopolio que se instaura desde el pensamiento único acerca de la libertad de expresión, aquella que consiste no solo en propagar las ideas con las que se confraterniza, sino también en tolerar aquellas otras con las que se discrepa.
Sin embargo, el salto a la palestra mediática del mural de las ‘Imborrables vallekanas’ dio un vuelco para que eligiera una cuestión prácticamente tabú, de la cual saltan esquirlas con solo nombrarla: el feminismo. Cuando hablamos de feminismo, hablamos de una ideología cuyo principal objetivo es acabar con los estereotipos ensalzados por las expectativas de género, teniendo que impulsar las capacidades individuales frente a unos marcados patrones culturales de conducta. Es una obligación moral de todas las civilizaciones tratar a sus ciudadanos, independientemente de su sexo, raza o edad, con el mismo rasero jurídico y ético. En este pilar de la justicia social es donde radica una de las vigas más firmes que sustentan la democracia. El peligro aparece cuando el feminismo se convierte en una ideología partidista, ya que en ese momento deja de existir como tal para transformarse en burda demagogia.
No obstante, a pesar de su fuerte politización, ha sido un éxito que las ‘Imborrables’ se queden en el muro del CEIP Honduras. Mujeres de barrio, ejemplo de superación, profundamente vallecanas, como Ángela, Marcela, Margarita, Lola, Áurea y Pepa, que son un espejo donde se podrán reflejar las generaciones venideras. Aunque tal vez no sea suficiente solo conformarse con la imagen. Ese símbolo debería traspasar el muro, mediante las palabras de esas mujeres todavía presentes, para ser enseñado dentro de las paredes de ese centro educativo que les sirve de lienzo. Además de, por supuesto, difundirlo también en otros colegios e institutos del distrito.
Referencias bibliográficas
Un feminismo que germina, tanto en la biblioteca de Miguel Hernández como en la Luis Martín-Santos en la edición juvenil ilustrada ‘Todos deberíamos ser feministas’, perteneciente a Chimanda Ngozi Adichie, referente para toda una generación al convertirse en altavoz universal de la igualdad. Por otro lado, en las estanterías de la Paco Rabal, una lectura más íntima emerge entre las páginas de ‘Tierra de mujeres’ de María Sánchez, una mirada a ese mundo rural predominantemente masculino del que escaparon las ‘Imborrables’ para encontrar su lugar en la historia reciente de Vallecas.