Por Patricia Carlavilla, Concha Párraga y Marisa Gascón, enfermeras de Familia CS Campo de la Paloma y Ángela Uriarte
Cuidarnos cuando estamos enfermos puede sencillo, pero nada más lejos de la realidad. Entender la enfermedad o el proceso por el que se está pasando puede ayudar a ser más empático con uno mismo. Ayuda a validar nuestros propios sentimientos y ayuda a que sepamos prestarnos los cuidados que necesitamos de forma más humana y con mayor calidad. Pero esto no es en absoluto simple. Entender la enfermedad no es tarea liviana. Y cuidarse tampoco lo es. Hay personas que, a veces, ni siquiera entienden qué es exactamente lo que les está ocurriendo. Si no sabes lo que te sucede, es enredoso intentar ponerle solución. Todos sabemos que es muy necesario mantener ciertas rutinas saludables para obtener mejor calidad de vida y mejor salud en general. Esas rutinas casi todos las conocemos, aunque no las practiquemos y es importante en la tarea de cuidarse darse el tiempo necesario para integrar en el día a día esos consejos básicos de salud que todos necesitamos para vivir mejor.
Simplemente, a modo de ejemplo, podríamos centrarnos en intentar tener un buen patrón de sueño, en seguir una dieta saludable y equilibrada, en realizar las cinco comidas al día, en practicar algo de deporte de forma regular, en huir del sedentarismo y en evitar hábitos tóxicos como el tabaco, cualquier droga y en moderar el consumo de alcohol. También intentar controlar el dolor, pero alejándonos de la auto medicación, acudir a las revisiones pautadas y preguntar todas aquellas dudas que nos vayan surgiendo en el camino de la salud/enfermedad. En definitiva, en darnos tiempo a nosotros mismos y querernos.
Ahora bien, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Es lógico pensar que más allá de las patologías que se puedan presentar, la salud es algo mucho más grande. Tenemos predisposición a centrarnos en cuidar los aspectos físicos, aquello que vemos y que percibimos. Pero ¿qué pasa con la parte emocional y psicológica? En gran medida, nos “despreocupamos” de estas áreas. Hablar sobre lo que te sucede, expresar miedos, llorar ciertas realidades, tener una actitud positiva ante la vida, tener relaciones personales sanas, sentir que alguien te apoya y entiende es también parte fundamental del proceso de sanar y obtener una mayor calidad de vida.
Personas vulnerables
Por nuestra propia naturaleza, todas las personas somos vulnerables y en algún momento de nuestra vida vamos a tener que cuidar de alguien o ser cuidados. Debemos entender que el proceso de cuidar y cuidarnos abarca una parte física y otra emocional. Debemos replantear la manera en que velamos por nosotros mismos. Y no desde el desafío, sino desde la aceptación de querer mejorar y saber que lo vamos a conseguir. El impacto que genera la enfermedad en el ser humano produce una gran fragilidad. No me gustaría terminar esta pequeña reseña sobre el autocuidado sin dejar de hablar de una parte de la población que dirige su vida hacia el cuidar y se olvida o no tiene tiempo para el autocuidado, me refiero a las mujeres. Se ocupan del cuidado de los hijos, de los padres, de los “maridos”, pero ¿y su propio cuidado?, ¿dónde se ha quedado en esta sociedad con claras raíces patriarcales?. No debemos olvidarnos de cuidarnos también a nosotras mismas, darnos nuestro espacio personal para cuidarnos para querernos y disfrutarnos.
Si no sabes por dónde empezar a cuidarte, debes hablar con aquellos profesionales que pueden ayudarte. Tu enfermera puede enseñarte cuidados básicos y supervisar el proceso. Recuperar la salud es posible si tienes aliados entrenados para ello.