Por Antonio Osuna
Sin duda alguna, este año las cenas navideñas han sido algo muy, muy extraño, al menos en lo que a mi familia se refiere. Os pongo en situación. Antes de las fechas señaladas, todo estaba dentro de una normalidad si, a día de hoy, esa palabra se puede seguir empleando sin que suene a enajenación mental. Porque, visto lo visto, de normal ya queda poco… Pues eso, toque de queda, restricción de personas, familiares y allegados. Vaya, un lío absoluto para poder sentarnos a la mesa la familia una noche. Sí, digo una, porque nos teníamos que turnar. “Esta noche viene tu primo, ya no puedes, para la siguiente, ¿trabajas?, pues nada, videollamada y te ponemos la ‘tablet’ en la mesa”, algo así. Vasos y platos desechables, distancia de seguridad, ¿y si cada cual se trae su comida de casa en un ‘tupper’? Contaminación cruzada en la cocina de la casa de la abuela. Un sinsentido.
Pero, ¿qué se podía hacer? Vivimos en estos momentos y tenemos que esperar a que pasen. Las uvas, con prisa, como siempre, pero esta vez con un poco más por el toque de queda. No obstante, aquí me gustaría hacer un inciso. Antes (quien dice antes, dice el año pasado) después de tomarlas todos los jóvenes salían corriendo, normal, la fiesta es la fiesta y las hormonas son las hormonas, pero este año… este año no. ¿Quién podía permitirse una fiesta hasta la 1 sabiendo que a las 12 estás con la boca llena de fruta tratando de besar… bueno, de chocar el codo a tu primo que no ves únicamente nada más que cuando dicta el calendario? Todos en casa, en el salón, en silencio viendo la tele hasta que a los pocos minutos una voz dice: “Bueno, es mejor que nos vayamos marchando ya, no vaya a ser…”.
Soso final de 2020
Y así, de esta forma tan sosa acabó 2020. Sinceramente, de la mejor forma que podía acabar. Todos estábamos esperando celebrar como locos que este año extraño terminase, salir a celebrarlo y comer churros a las tantas de la mañana aun tratando de masticar la última uva prácticamente. Pero bueno, al mal tiempo buena cara, mejor será despedirlo así, de manera fría para que esto no vuelva.
El año próximo lo celebraremos como se debe.