Por Antonio Osuna
Espero que éstas sean las últimas palabras que escriba relacionadas con los tiempos confusos que nos han tocado vivir. Durante las publicaciones anteriores traté de buscar la reflexión dentro de la confusión. Traté de sacar la mejor sonrisa que les pude ofrecer y ofertarles mis pensamientos para que nuestro viaje sin movimiento fuera más liviano. Pero, después de tanto, me di cuenta de que la mejor forma de resumir esta etapa era con una foto.
Pasé días y días, tantos como los que pasaron todos los demás. Días y días buscando algo que hacer y algo con lo que sentirme realizado. Las tareas del hogar ya no eran tareas, sino excusas para crear una rutina necesaria. Y por fin, tras muchas mañanas perdidas mirando al horizonte y noches austeras mirando a la nada, tomé la decisión de crear vida. Y vaya decisión… Algo tan pequeño, y nunca mejor dicho si nos referimos a una semilla, me dio alegría durante todas esas mañanas de visión sin punto de enfoque. Ver germinar esa cáscara diminuta como si fuera yo mismo deseando escapar de la prisión de pladur, esta vez representado por la tierra que se agolpaba, me hizo notar las ansias de libertad de una manera majestuosa.
Los primeros días observé la tierra, únicamente eso. De allí no salía nada, pero debía tener paciencia al fin y al cabo era lo que nos exigían a todos. Y antes de darme cuenta, ese pequeño brote verde rompió el suelo que lo acorralaba dando paso a la libertad que buscó y a las ganas de crecer. Cada mañana, mientras tomaba café, disfrutaba al ver la evolución, la fuerza con la que el tallo se descubría ante mí. El verde de las hojas daba alegría a esa terraza lúgubre donde había salido a aplaudir sin saber muy bien a lo que aplaudía en algunos momentos.
Hoy, después de que todo esto haya pasado y se convierta en un recuerdo amargo que todos compartiremos, veo esas hojas verdes y sonrío. No es solamente vida, sino la metáfora de la mía propia. Espero que todos vosotros también hayáis germinado después de salir de esta tierra, después de volver al sol, después de respirar de nuevo y escapar de la maceta de pladur.