Por Luis Carlos Ríos
Las historias que contamos a los críos son decisivas para conformar su visión del mundo. Desde pequeños se nos enseña que los lobos feroces son malos, los héroes son siempre figuras masculinas y la oscuridad y la noche son un terreno prohibido para los más pequeños. El cuento ‘La Lobita Feroz Pepita de Chocolate’ (Gunis Media), de Diego Ruiz Sánchez, viene a desafiar los cimientos de lo que le contamos a las niñas y niños. Vallecas VA indaga en su mundo interior, en su proceso creativo y en su estrecha vinculación con el barrio.
Pregunta: ¿Cuál es tu vínculo con Vallecas?
Respuesta: Es muy poético. Mi madre fue una de las primeras educadoras que intervino en Vallecas hace bastantes años, en concreto en los Servicios Sociales de Pablo Neruda. Creo que es un poco eso de lo que he mamado siempre, del barrio. He vivido en Palomeras Bajas, que es un referente en Vallecas. Todo el cuento, pues, se nutre un poco de eso. Hace tiempo, me di cuenta que en el libro uno de los mayores referentes que tengo, que se proyecta un poco en lo que es la protagonista de ‘Pepita de Chocolate’, es mi madre. Ella nunca duda, ni ha dudado ni dudará, en ayudar a quien lo necesite. Por otra parte, he colaborado en asociaciones de barrio desde que tengo 17 años, hasta que ya me tuve que desvincular por el tema laboral, con chavales en riesgo de exclusión social, haciendo intervenciones, actividades y todo eso ha sido un poco lo que he ido alimentando.
P: ¿Cuál es la temática del libro?
R: Busca romper un poco los estereotipos, dejando de lado los colores pasteles y las formas redondeadas para crear un universo mucho más rico en locura, pero que irradia alegría. También es acercarnos un poco más a lo que tenemos en la realidad, el mundo que no es de esas cosas tan cuidadas con las que muchas veces sobreprotegemos a los niños. Son ilustraciones mucho más vivas que irradian locura y son mucho más divertidas. De igual modo intenta romper un poco con los estereotipos establecidos porque, por ejemplo, la protagonista es una lobita feroz para intentar hacer ver que cualquiera puede llegar a ser lo que quiera, si se lo propone. Además, trato de juntar cosas que gustan mucho a los niños, como las pepitas de chocolate, y otra que no le gusta tanto, como lo es el mundo de la noche, la oscuridad y los lobos feroces. Eso para que entiendan que no todo tiene que ser como nos lo han contado. Luego intento poner un poco sobre la mesa y darle visibilidad al mundo rural, que creo que se está olvidando un poco y tiene muchas historias que contar. En este caso es un pueblo de Badajoz, una aldea llamada Garlitos.
El libro habla de la importancia de la generosidad, de compartir con los demás, y que si compartimos lo bueno que tenemos podemos hacer la vida mucho más fácil y mucho más divertida y sencilla a la gente que nos rodea. Trabajando en equipo podemos llegar a devolver la felicidad al que la ha perdido.
P: Y todo con una protagonista muy peculiar
R: Ella tiene en su cuerpo pegadas pepitas de chocolate que nacen por su alegría, y cuando va paseando por Garlitos, o allá por dónde va, van saliendo disparadas de su cuerpo. Eso hace que la gente se vuelva súper feliz y esté súper contenta. Hasta que un día llega una malvada cazadora que quiere arrebatarle todas sus pepitas, cazadora que realmente no sabemos si es buena o es mala, porque tampoco lo dejamos escrito en el cuento.
P: Aparte de la solidaridad, ¿crees que se pone de relieve algún otro valor social?
R: Sí, creo que al final se le da cada vez más protagonismo a cambiar lo establecido. Es una cazadora en vez de un cazador, y una lobita feroz, que no tiene porqué ser mala, sino que es buena. También que el trabajo en equipo te ayuda a solucionar conflictos. Creo que también busca dar el valor a esos niños y hacerlos protagonistas, hacerles saber que son los que terminan haciendo que ‘Pepitas de Chocolate’ vuelva a tener las pepitas. Al final, dar la imagen de que la juventud es la que tiene las herramientas para cambiar cómo están ahora mismo las cosas. Entonces concienciarles un poco de que ellos tienen un valor muy importante y darles esa visibilidad.
P: ¿Nos puedes contar cómo fue el proceso de escritura?
R: Todo esto nace como un proyecto más en la pandemia. A través de una actividad que nos piden en el aula de mi hijo Thiago, una noche estando sentado observando el viento, por ejemplo, pues me vino a buscar Pepita y me salió la historia. Aquella actividad fue un cuentacuentos. Yo hice los bocetos, mientras mi mujer Marta iba narrando la historia. La verdad es que salió todo bastante rápido porque es una historia sencilla y no ha cambiado mucho de esos primeros bocetos a lo que a lo que es ahora. Incluso también lo que es el texto es prácticamente la historia que me vino a la cabeza una noche.
P: ¿Qué te inspiró a escribir este cuento?
R: La gente que somos creativos, por decirlo de alguna manera, necesitamos explotar y buscar espacios para detonar esa creatividad y que no nos coma por dentro (…) También el tener referentes sociales, como es mi mujer Marta, que es educadora y terapeuta, o mi propia madre que también lo es. Toda nuestra vida ha estado basada en ayudar a los demás y hacer la vida más fácil.